Semana Santa Monóvar - Crónica 2009

   
  Semana Santa Monóvar
  Crónica 2009
 

Crónica de la Semana Santa 2009


Llega la primavera de 2009, y con ella una nueva Semana Santa preparada durante un año. Una Semana Santa marcada por unas procesiones, en general, bien desarrolladas, pero también desgraciadamente por discrepancias y desacuerdos, que hacen que la Junta Mayor monovera se haya mostrado como un conjunto poco capaz de tomar decisiones en momentos de una mayor incertidumbre. Esta situación se manifestó en una de nuestras procesiones, pero no es conveniente adelantar acontecimientos en esta narración.

Como es de costumbre, los actos previstos en la Semana Santa comienzan con las misas ofrecidas por cada cofradía, que comenzaron el 28 de febrero con la celebrada por la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y siguieron los días 7, 14, 21 y 28 de marzo. Se debe destacar que durante estas eucaristías se introduce la principal novedad de la Semana Santa del 2009: la cofradía de Nuestra Señora de los Dolores bendijo sus andas remodeladas, lo que haría la cofradía del Nazareno en su estación del Martes Santo, con lo que desde este año todas las cofradías monoveras procesionan con sus pasos a hombro. Supone esto una fuerte apuesta económica y de esfuerzo de estas cofradías por su propio crecimiento y es claro síntoma de la evolución positiva de nuestra Semana Santa.
Concretamente, el día 14 de marzo y tras la eucaristía ofrecida por la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, se celebró en el Teatro Principal el Pregón Oficial de la Semana Santa. El acto comenzó con la Coral Monovera Virgen del Remedio, que interpretó diversas obras sacras que fueron definidas como “su particular Vía Crucis”. En este acto, la Coral se estrenó dirigida por Juan Flores Fuentes.
Posteriormente, fueron el Presidente de la Junta Mayor de Cofradías de la Semana Santa, Don José Ríos, y el pregonero, el cura párroco Don Antonio Alcolea, los que se dirigieron a todos los cofrades y monoveros en presencia de los estandartes de las 5 cofradías y de Jesús Triunfante. El Presidente presentó al pregonero, y nuestro párroco Don Antonio se dispuso a hacer un pregón interpretando la Semana Santa “como cura”, haciendo hincapié en la necesidad de “la comunión entre todos”. Hizo su particular recorrido por los hechos de la Pasión, haciendo un pregón directo y muy evangelizador, siempre en la línea a la que nos tiene acostumbrados Don Antonio, destacando la Resurrección por encima de lo demás como demostración de amor y vida del Salvador. Don Antonio, al finalizar, recibió una placa conmemorativa del Pregón del 2009 en un simpático y entrañable abrazo con el Presidente de la Junta Mayor.
Al finalizar el pregón, músicos y cofrades de las bandas de las 5 cofradías interpretaron juntos diversos “toques”, saetas y melodías conocidas de la Semana Santa, emocionando y siendo muy aplaudidos por todos los presentes en el acto. Seguro, el Párroco vio en esto un momento “de comunión entre todos”; sería perfecto que ese momento de unión durara todo el año.
Un tiempo después, el viernes 27 de marzo, se celebró en nuestras calles el Vía Crucis por la Paz. Cristo pasea lentamente por nuestras calles a hombros de mujeres y niños, haciendo sus estaciones de sufrimiento y penitencia, haciéndonos recordar el dolor que Él sufrió por nosotros y por salvarnos. Siguiendo con la tradición, al llegar a la Iglesia se celebró el multitudinario Besapiés al Cristo. Nuestro particular homenaje al Salvador, compartiendo con él nuestras penas en recogimiento y penitencia.
Llega ya el Domingo de Ramos. Los niños salen a la calle ‘de estreno’, pulcra y cuidadosamente vestidos y con la palma en la mano, acompañados por sus padres y familiares y esperando la Bendición de palmas y la salida de Jesús Triunfante, “el Burret”. Sin embargo, antes de la bendición comienza a caer una fina y poco intensa lluvia, que aun así no achanta los ánimos de los niños y sus padres. Tras esperar unos minutos y después de que el párroco bendijera las palmas y las ramas de olivo, sale “el Burret del Exconvento, sonando la antigua campana del emblemático lugar. Poco a poco, toda la multitud que acompaña a Jesús entrando triunfante en Jerusalén camina por el itinerario acostumbrado, en un ambiente festivo y divertido. Jesús no se acobarda ante lo que sabe que va a ocurrir.
Con el Domingo de Ramos se inician nuestras procesiones, que ahora ya ocupan todos los días de la Semana. El Lunes Santo era el momento de Jesús Cautivo, el momento en que Jesús camina hacia la que es su muerte y nuestra salvación. La solemne salida del Cautivo termina con un canto del Coro Parroquial, dirigido por Lidia Rico, que vuelve a ofrecer otra pieza a la llegada de Jesús a la Malva. Un Jesús que camina al paso de sus costaleros, firme y seguro; avanza sin vacilar por las calles, conducido y escoltado por la Hermandad de la Guardia Pretoriana de Aspe y por la Guardia Civil, que lo guían hacia el final, siempre acompañado y consolado por su banda de cornetas y tambores, que con tanto empeño se preparan durante casi medio año. Ya hemos citado la presencia de la Hermandad Pretoriana de Aspe, que recordó a los más mayores la presencia de los antiguos “armats” en nuestra Semana Santa.
La Cofradía del Santo Sepulcro apuesta así por Jesús Cautivo, que es ya una imagen totalmente adaptada a nuestra Semana Santa, haciendo un recorrido arriesgado, emocionante y original, que lo llevó por la cuesta de la calle Mollana, un clásico en nuestras procesiones, y por el mismo corazón de la Plaza de la Malva, bajando incluso las escaleras que unen ésta con la calle Argentina. Un recorrido que los costaleros superaron, arrancando aplausos y gritos de apoyo, los mismos que arroparon a la cofradía y a su banda de cornetas y tambores en la firme entrada de Jesús en la parroquia: Cristo no frena ante la muerte que le espera.
Es ya Martes Santo, y los nuevos costaleros de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno se preparan, como lo harán el miércoles los de ‘la Dolorosa’, para estrenarse en la Semana Santa de Monóvar como costaleros de sus imágenes. Nuestro Padre Jesús, que ya procesionó antaño portado a hombros, vuelve a hacerlo en el 2009, sobre las antiguas andas, ahora remodeladas.
La figura de Jesús cargado con la cruz, ahora a hombros, se alza imponente sobre los hombros de sus orgullosos costaleros. Deben hacer un sobreesfuerzo en la salida, bajando los varales hasta poder apoyarlos sobre el antebrazo, para que la imagen pueda pasar por los dos portones de nuestra Iglesia. Tras la salida, dos saetas resuenan en el jardinet de la Iglesia; dos saetas que acompañan el sufrimiento del Señor, que fatigado, conduce a hombros la cruz sobre la que él mismo va a ser crucificado.
Las filas moradas caminan, acompañando siempre a su imagen, por el recorrido previsto, que les lleva otro año más a un lugar muy importante para ellos: el Exconvento, la plaza llamada ahora “de Nuestro Padre Jesús Nazareno”, que junto al mosaico localizado en el muro del templo (bendecido en esa misma noche, junto con sus andas), quiere ser testigo imperecedero de la unión que la cofradía del Nazareno tiene con este lugar, desde el cual comenzaba su procesión hasta hace muy poco tiempo. Por ello, a su paso por el citado lugar, la campanita que corona la fachada vuelve a sonar de nuevo, quitándole tristeza a Jesús Nazareno, que camina con su tortura sobre su espalda, escuchando de nuevo otra saeta que quiere compartir su dolor
Y así, poco a poco, llega el Nazareno a la Iglesia, al paso que marca su notable banda de cornetas y tambores, que hace brillar la procesión del Martes Santo más si cabe, sobre todo a su entrada a la Iglesia parroquial, que marca el final de una procesión más que satisfactoria. Jesús no hace caer su tortura, no la abandona, sino que la soporta con dignidad.
El tiempo no se detiene nunca, tampoco lo va a hacer en Semana Santa, por lo que el Miércoles Santo llega, con su procesión de las dos Vírgenes de la Semana Santa: Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora de la Soledad. La primera en salir es la Soledad, de riguroso negro, que nos adelanta el luto por lo que el Viernes va a ocurrir. Los tambores suenan fuerte, dolorosos, anunciando a la Madre que llora la próxima muerte de su hijo. La Soledad, siempre con sus fieles mujeres de mantilla, solidarizadas con ella; Soledad, siempre con paso firme pero comedido, retrocede alguna vez, pero siempre sigue adelante, llorando su pena y siempre sobreponiéndose.
Tras ella, sale la Virgen Dolorosa, que sostiene a su hijo en brazos y se nos acerca como otro presagio de lo que acontecerá. Una Dolorosa que viene con 48 nuevos costaleros orgullosos de llevar a su Madre a hombro, que son fuertemente animados por su Hermana Mayor, Lucía Cano, antes de comenzar. Con unas andas remodeladas, no menos imponentes que las anteriores, se preparan para salir al son de su banda de tambores y cornetas, que ofrecen uno de los mejores sonidos de la Semana Santa a lo largo de su procesión, también en las salidas y entradas del templo. El aplauso del pueblo confirma la buena actuación de banda y costaleros.
Las dos cofradías, acompañados por todos sus cofrades, discurren por caminos separados, pero con similares sentimientos. La Soledad, se adentra en parte de nuestro casco antiguo; camina entre casas y estrechas calles que parecen observarla y consolarla en su pena. La Dolorosa con Cristo muerto en sus brazos, es observada por el mundo, que al tiempo calla y canta junto a ella para que el Señor perdone a su pueblo, el que le ha condenado y por el que morirá.
Llega la Dolorosa a la plaza del Nazareno, escuchando de nuevo a su banda cantarle a sus dolores. Dolorosa espera, como lo hace el pueblo allí congregado, a que llegue Soledad, para ambas compartir su pena. Tras esta espera, algo larga, las dos Vírgenes convergen y se mueven al son, siendo la misma Madre; casi rozándose, varal con varal, todos aplauden el emocionante momento protagonizado por estas dos cofradías de nuestra Semana Santa.
La vuelta a la parroquia la encabeza Nuestra Señora de los Dolores, que de nuevo luce banda, andas y costaleros en su entrada, sintiéndose orgullosos del resultado de esta primera procesión a hombros y de lo que todo ello significa para su cofradía. Siguiéndola, Nuestra Señora de la Soledad avanza con su acostumbrada solemnidad y su decidido paso, marcado por el sonido cortante y duro de sus tambores, el sonido del dolor de la Madre, que entra a la Iglesia mirando a sus hijos. La Madre, ni con su hijo muerto en brazos, ni con todo el dolor que soporta, nos abandona.
Jueves ya, el tiempo acompaña en la Procesión del Silencio, que deja a la Luna llena iluminar las calles del pueblo. A poco más de las once de la noche, y con las luces ya apagadas, comienzan a salir cofrades del Santísimo Cristo Crucificado, encabezados por la banda infantil y la Cruz de Guía, seguidos por los numerosos cofrades de luz y la banda titular, que se vuelve para ver a Cristo salir del templo hacia la oscuridad y el silencio de su última noche.
A sus pies calas blancas, que muestran que todavía no se ha vertido la sangre de Cristo. Y sobre él se escucha una saeta, que canta por quitarle los clavos y bajarlo del madero, el madero que él mismo ha transportado y que es aquello que le va a causar la muerte.
Pero Cristo soporta un poco más para pasar junto a cada portal, junto a cada devoto de su imagen, para mirarle y perdonarle. Por un recorrido poco acostumbrado, que le lleva este año a ver el parque del Salitre, Cristo perdona y bendice cada una de esas almas que le miran. Almas en algunos casos pequeñas, pues en este Jueves Santo, dedicado a la entrañable y valerosa banda infantil, son ellos los que en la calle Luis Vidal redoblan la levantá del Cristo, que ha ido a su encuentro.
En medio del Silencio, roto sólo por el grave sonido de los tambores, llega Cristo a la Iglesia. Las cajas redoblan al Cristo, que se acerca a la puerta de lo que es para él muerte y para nosotros vida. El sonido apabullante de los tambores y los aplausos despide a Jesús Crucificado que, cuando vuelva a la calle al día siguiente, lo hará muerto por nosotros. Cristo no ha cerrado los ojos en ningún momento, se resiste a dejarnos solos, aunque sea tan sólo por 3 jornadas.
Pero el Viernes Santo no traería buenas noticias respecto al clima. El cielo parece llorar al Salvador muerto, y las Cofradías comienzan a plantearse su salida en la estación de penitencia del Santo Entierro. La Junta Mayor de Cofradías queda convocada para tomar la decisión que solucione la situación. Partiendo de algunos malentendidos y vicisitudes, los representantes en la Junta discuten de manera algo acalorada. Los cofrades, en la calle esperan la decisión de la Junta, pues ha dejado de llover y aunque arrecia un viento frío, no parece que vaya a caer una gota del cielo.
La situación, de este modo, se muestra algo compleja, pues se cruzan diversos puntos de vista. La Cofradía del Santo Sepulcro se niega a no celebrar la procesión del Entierro. Los Cofrades del Nazareno y la Dolorosa tienen ganas de salir y estrenar andas en Viernes, pero sus directivas no se ponen de acuerdo: El Nazareno ya sufrió daños el Viernes Santo del 2007, por lo que no quiere arriesgarse; en cambio, la Dolorosa se muestra muy segura en su decisión de salir. Y no sólo tienen ganas de procesionar estos cofrades: los del Cristo, especialmente los costaleros del Viernes, desean también salir, aunque su directiva se muestre reacia a hacerlo. Algo parecido ocurre con la Soledad, cuya directiva alberga dudas, pues no desea arriesgarse a que su valiosa imagen sufra algún daño, sobre todo tras su reciente restauración.
Finalmente, Don Antonio instó a las cofradías a tomar una decisión y dejó ésta en manos de cada junta directiva. Así, todas las cofradías saldrían procesionando para acompañar al Santo Entierro, motivadas por la influencia de los cofrades y las cofradías que sí desean salir a la calle. Sin embargo, la difícil situación retrasó la preparación de la procesión hasta que no se hubo tomado la decisión, por lo que la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno no comenzó su salida hasta alrededor de las nueve menos cuarto, en lugar de las siete y media, como estaba previsto. Significativo es que la gente congregada en la Iglesia aplaudiera aliviada al ver salir a los primeros cofrades, que desfilarían por un nuevo recorrido, diferente al acostumbrado del Viernes, para ajustar mejor el tiempo de duración de la procesión del Santo Entierro en los próximos años.
La procesión comenzó, como siempre, encabezada por el Nazareno, que se vio seguida por el Cristo ya con rosas rojas, y éste a su vez, por la Dolorosa. Tras ella, la Madre con su hijo muerto en brazos, aparece el Sepulcro de Cristo. El Salvador está ahora inerte, inmóvil y sin vida. No es difícil comprender la agonía de sus seguidores, que no entendieron las promesas de Jesús y lo vieron muerto sobre una losa de piedra. Y ahora nosotros lo vemos por nuestras calles, solemne, rodeado de olor a incienso y tristeza, escoltado por la Guardia Civil. Suerte que sabemos que el Domingo volverá junto a nosotros para ya no dejarnos solos, pues si Él se va es para superar a la muerte y librarnos a todos de ella. Tras Él, aparece su Madre, nuestra Madre, de luto y llorando la temprana muerte de su hijo.
El viento frío no hace que la procesión se detenga, e igual que salieron las cofradías vuelven a entrar en la Iglesia. La Cofradía del Santo Sepulcro eleva el cuerpo del Señor hacia el cielo, mientras su banda hace sonar en todo el Jardinet su particular réquiem. Ya dentro de la Iglesia todas las cofradías, los estandartes de las cinco y las autoridades esperan la llegada del cuerpo de Cristo, a hombros de mujeres cofrades para realizar, entre los cantos del Coro Parroquial y las notas de un reducido grupo de cornetas y tambores de varias cofradías, el solemne Santo Entierro. Entierro que se da bajo la atenta mirada de María, ahora sola. Tras el entierro, nuestro párroco Don Antonio nos recordó, como siempre remarca, que Cristo no muere para desaparecer, sino que muere para aparecer en toda su gloria como Hijo de Dios, resucitado y habiendo superado a la muerte para todos nosotros.
Ha amanecido hace poco cuando repican las campanas en la misa de Resurrección. Cristo no está en su sepulcro y María no lo encuentra; marcha por las calles acompañada de su Mayordomía, la Agrupación Musical La Artística y el pueblo, Su Pueblo, siguiendo el tradicional Traslado. Sobre las diez y media, después de que el Santísimo deje la Iglesia, camino de la plaza de la Malva, la Virgen le sigue buscando, coincidiendo con él en tan emblemático lugar. María del Remedio se inclina tres veces adelante, y tres veces atrás ante su hijo, antes muerto y ahora gloriosamente resucitado. La Virgen se desprende de su luto y sostiene flores en sus manos. Se desata la alegría general, Himno Nacional, palomas y aplausos; todos compartimos nuestra alegría de haber superado a la muerte con nuestra Madre.
La Semana Santa ha terminado, marcada por la novedad que supone la remodelación de las andas por las Cofradías de la Dolorosa y el Nazareno, así como por el nuevo recorrido del Viernes Santo y el satisfactorio resultado de las procesiones. No obstante, también está ligeramente marcada por el desacuerdo del Viernes, que da lugar a una delicada situación dentro de la Junta.
Con todo ello, ésta es la narración de una Semana Santa más, de la cual los monoveros podemos sentirnos orgullosos.
                                                  
Carlos Navarro Rico
Cronista de la J.M.C.S.S.M
 
Crónica publicada en la revista Cruz de Guía 2010

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