Semana Santa Monóvar - Pregon 2014

   
  Semana Santa Monóvar
  Pregon 2014
 
Pregón de la Semana Santa 2014


Gracias presidente por esta emotiva presentación.

La Semana Santa es una de las celebraciones más profundas y con mayor arraigo a lo largo y ancho de la geografía española. Cuando hablamos de Semana Santa, pronto nos viene a la cabeza lugares emblemáticos como Sevilla, Cádiz, Málaga, Granada …. Valladolid o Zamora. También en nuestra zona, tiene gran importancia la Semana Santa de Crevillente, Elche, Orihuela o Alicante. Todos estos lugares tienen una Semana Santa con mucha historia. Siglos de historia.

  También Monóvar, tiene su historia, pero mucho más corta. La historia de la Semana Santa de Monóvar es una historia de pocas palabras y mal contadas. Porque apenas hay constancia escrita de ella. Tan solo algún documento aislado que habla “dels armats” y su “remolinet” y alguno más de cofradías concretas que van apareciendo entre montones de papeles en las casas que nuestros mayores van deshabitando. Aunque es justo decir, que la llegada de las redes sociales sirvió en su día para que se recopilasen una gran cantidad de fotografías antiguas que permanecían ocultas en los cajones de nuestras casas.  Pero, las verdaderas historias que nos quedan, están afortunadamente todavía en la memoria de nuestros cofrades más veteranos. Cofrades con historia como Matías Deltell, Lino Palomares, el Valenciá, Epi, a quien quiero enviar mis mejores deseos de un pronta recuperación, Marcial Poveda, Pisa, o José Corbí. Historias que deberíamos recopilar y conservar adecuadamente para no tener que arrepentirnos de no haberlo hecho antes. Mi historia cofrade es todavía relativamente corta, pero bueno, ya dicen que la juventud es una enfermedad que se cura por el tiempo.

   Así las cosas, cuando me encargaron hacer éste pregón, pensé, y que les cuento yo de la Semana Santa monovera. Después de la categoría contrastada de cada uno de los pregoneros que me han precedido en este atril, ¿Qué puede contarles un simple cofrade?

Bueno, ja vorem per on ixim.

Excmo. Sr. Alcalde;
Sra. Alcaldesa en funciones;
Sr. Concejal de Cultura;
Rvdo. Sr. párroco y Consiliario de la J.M.C.S.S.M;
Sr. Vicario,
Sr. Presidente y miembros de la J.M.C.S.S.M.;
señoras y señores;
cofrades y amigos todos, muy buenas noches.

   Debo comenzar dando las gracias a la J.M.C.S.S.M. en la persona de su presidente, mi compañero de hermandad y amigo D. José Ríos, por haber depositado su confianza en mí para pregonar la Semana Santa de Monóvar. Es un honor tener a mi querida ciudad para mí solo, durante estos minutos que durará mi intervención. Máxime cuando mi único mérito para ocupar esta plaza, es el de ser un simple cofrade del Cristo y la Esperanza, un cofrade enamorado de ésta Semana Santa.

   Había hasta hace unos años en que falleció, un escritor y colaborador radiofónico en una emisora de radio de ámbito nacional, Antonio Garmendia, quien en uno de sus numerosos libros, titulado “La Pasión llena de gracia”, en uno de sus capítulos teorizaba acerca de los pregones, los pregoneros y sus estilos, diciendo que: “Una cosa es un pregón y otra una lección magistral. Una cosa es un pregón y otra una homilía. Una cosa es un pregón y otra una clase de teología. Una cosa es un pregón y otra una guía turística”.

   El diccionario de la Real Academia Española define en su segunda acepción que un pregón, es: Un discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella.
Pues eso.
   Anunciemos e incitemos a los cofrades, a nuestros vecinos y si es posible a los de poblaciones próximas, a participar de la Semana Santa.

   Porque, quisiera yo esta noche poder llegar a describir esos momentos que sabemos estáis esperando cada cofrade y cada monovero, en el que tan sólo se nombre y se exalte la belleza, la emotividad que despierta esa imagen de vuestra devoción en su triunfal recorrido por la ciudad.
Qué más quisiera este pregonero que llegar al oído de cada uno de vosotros, aquí presentes, y poder daros ese Pregón que esperáis, el vuestro, el de tu Cristo, tu Nazareno, tu Cautivo, tu Cristo Yacente y tu Virgen; de los Dolores, la Soledad, la que nos trae la Esperanza de la pronta resurrección o la del Remedio, que en definitiva es lo que de verdad os llega al alma. El Pregón de vuestro mundo, esos pequeños mundos particulares que formáis los costaleros, músicos, floristas, los que portáis esos incómodos estandartes y Cruces de Guía, los que ilumináis el camino a nuestros Sagrados Titulares, los que pasáis toda la procesión llevando el agua a los costaleros, o subiendo cables de la luz. Los que vienen a vernos de nuestras pedanías, de los pueblos vecinos, los que aguardan de pie las largas esperas soportando muchas veces las frías noches de primavera, los niños que duermen en el hombro de sus padres, los que están lejos, los enfermos, los que ya no están entre nosotros pero siguen estando presentes cada año en nuestra memoria, los sacerdotes que acompañan y enriquecen con su ministerio el peregrinar cofrade de nuestra ciudad.

¡¡Cuánta gente buena hay en la Semana Santa!!
Porque hay muchas formas de vestir la túnica. Y es que todos juntos, sois los auténticos artífices de la armonía y la estética de nuestra Semana Santa, por eso, quisiera yo poderos contar esa Semana Santa que cada uno de vosotros vivís en vuestro interior.

   Semana Santa, hoy. Hoy que faltan pocos días para que dé inicio la Semana Santa, me asomo a esta ventana que forma el escenario de este teatro Principal, para contaros lo que vosotros ya sabéis, incluso mejor que yo.
   A punto de cerrar las puertas de la Cuaresma quiero anunciaros lo de siempre, lo mismo de todos los años. Lo que ya es tradición. Os anuncio la muerte, proclamaremos la resurrección y la venida del Señor Jesús. Os anuncio la entrada alegre y triunfal de Jesús en Jerusalén, el hecho que sucedió allá en el monte de los Olivos cuando Jesús fue hecho Cautivo, esperamos el paso casi torpe del Nazareno, que se ha llevado toda la noche con la izquierda por delante y dobla su rodilla a punto de dar su tercera caída empujado por el peso de una Cruz. Os invito a contemplar los ojos entornados de mi Cristo que pronto se reunirá con el Padre. Proclamamos que pronto veremos en nuestras calles, lo último que se pierde, la Esperanza, María Santísima que anuncia la Resurrección en Cristo. El abrazo de la madre que sostiene el cuerpo sin vida de su amado hijo. El dolor del Santo Entierro en la noche del Viernes Santo. La silente y paciente soledad de la Señora. Os anuncio la llegada del tercer día, en que Cristo Sacramentado irá al encuentro de su madre y su Madre, la Virgen del Remedio, irá también al encuentro de su Hijo en una mañana fresquita que empezó muy temprano, con el alba. Os invito a disfrutar, chicotá tras chicotá, de aquello que ya conocemos de largo.
   En tan solo una semana, pasará por nuestras calles la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Desde los balcones de nuestro pueblo se verá esa vista aérea de la Pasión, que es una cofradía. Se olerá a incienso, a cera y a flores frescas en la recién estrenada primavera. Bandadas de capuchos que apuntan al cielo, tambores que se oyen a lo lejos, un paso portado a hombros por sus costaleros y costaleras, que cruza por una esquina.

   Y diremos Hossana, Bendito el que viene en nombre del Señor. Y los niños de nuestras bandas derrocharán alegría y entusiasmo abriendo el cortejo con sus tambores. También nosotros, volveremos a ser niños asombrados ante la mirada dulce del burret, sobre el que llega Dios con una palma entre sus manos. Y nos haremos a la calle en procesión con los abuelos y con los padres y las madres, que hace una semana compraron a sus hijos y nietos una palma blanca en el mercado. Una procesión, que termina con la entrada de Jesús a horcajadas sobre el borrico, en la iglesia de Monóvar.

   Y la palma del niño, ha sido sustituida por un globo del ratón Mikey, de Bob esponja o un delfín que se debe anudar a la muñeca para que no se escape perdiéndose en el cielo. ¡¡O en la cúpula de la iglesia!!. Hace unos años parecía que un quinto evangelista, San Mikey Mouse, acompañaba a los cuatro discípulos del Maestro, allí arriba en el cielo de la iglesia, ante la mirada resignada de José “el sacristá”.
   Y la palma, para papá, que la vamos a poner bien colgadita en la barandilla del balcón de casa, hasta que vuelva la próxima primavera, o el sol del verano termine deshaciéndola.

   Hasta hace pocos años, las procesiones de Semana Santa en Monóvar solo se celebraban desde el miércoles al Viernes Santo. La llegada de Jesús Cautivo de la mano de la Cofradía del Santo Sepulcro y Jesús Cautivo, vino a llenar un hueco en el aula de la Catequesis Pública en la calle, con que han sido denominadas las procesiones penitenciales.

Mirad, Jesús lleva las manos atadas por una falsa condena. En su duro camino al Calvario, será ultrajado, maltratado, condenado por su amor a la humanidad. Aunque su rostro se muestra sereno, pensativo, reflexivo, lejos de la triste realidad que le espera, presagiando su muerte en el Gólgota.
-Amigo, ¿A qué has venido? ¿Con un beso entregas al Hijo del Hombre?
   El beso, signo inequívoco de amor, se convierte en signo de traición.
   Jesús es arrestado y en su rostro se desvela un acto de entrega serena y voluntaria.

   En la talla de Víctor García, vemos al Dios manso y humilde que dice: “Yo soy” cuando lo prenden en el Monte de los Olivos. Al Dios Cautivo, erguido que ante Annás soporta que le abofeteen, y que llevado ante Caifás dice: “Yo soy el Mesías”. El Dios vestido de blanco, que guarda silencio pudiendo haberse defendido ante Herodes. El Dios que escucha del pueblo “Crucifícale”.
   El Dios que camina sereno entre flores y palmeras por la Plaza de la Malva. El que lleva sobre su pecho el escapulario Trinitario, porque aunque hoy es Cautivo, pronto será Rescatado ascendiendo al Reino de los Cielos. Es ese mismo Dios que muere por los cuatro costados en la noche de Viernes Santo y es depositado en la urna a los sones de tambores y trompetas.

   El rostro de los cristos de Monóvar, refleja serenidad y dulzura, huyendo del excesivo dolor y derramamiento de sangre de la escuela castellana. Nuestros cristos muestran toda su dignidad divina, pero con semblante humano. El suyo, puede ser el rostro de cualquiera de nosotros.
   Sí responde en cambio, a la escuela castellana la posición de las manos en las imágenes de Nuestra Señora de la Soledad y la Santísima Virgen del Remedio, las cuales mantienen un gesto acorde con el dolor que las aflige. Las Vírgenes castellanas, ya sean en su calificación de dolorosa, caso de la Soledad, o de Gloria, como es el caso de la Virgen del Remedio, mantienen las manos junto al pecho, unidas por las palmas, en posición orante al igual que todas las Vírgenes peregrinas, otorgando al rostro toda la carga en la expresividad del sufrimiento.
   A diferencia de éstas, la talla de la Esperanza, se corresponde con la escuela andaluza. ¡!Qué más andaluz que la Calle San Luís de Sevilla, lugar donde Aguado dio vida a nuestra Esperanza¡¡. Los brazos de la Virgen de Fernando Aguado, están ligeramente separados del cuerpo, con las palmas hacia arriba y los dedos dulcemente curvados, aportando una movilidad y expresión que puede cambiar con tan solo subir o bajar alguno de ellos. Así, mi Esperanza, lleva su mano derecha más alta, queriendo secar de lágrimas su rostro, pero podría adelantarla ofreciéndola a su pueblo. O girarla levemente para mostrar el camino a sus fieles. Y es que todos los detalles son muy importantes a la hora de vestir a la madre de Dios.

Y me pregunto, ¿Qué pensarían los escultores que dieron forma a la Soledad o al Nazareno, de quienes no conocemos con certeza su autoría? Sabemos que D. José María Alarcón Pina, un monovero que ubicó su residencia en Madrid, tomó a un familiar suyo como modelo mientras su gubia daba vida al rostro de los cristos del Crucificado, Dolorosa y Sepulcro. Pero ¿Eran conscientes los tallistas de la trascendencia de los surcos que su gubia infringía en la madera, mientras esculpía las magníficas tallas que procesionan en Monóvar? ¿Qué modelo tomaría para configurar el rostro casi aniñado de la Virgen de los Dolores abrazando a su amado Hijo tras el descendimiento? ¿Cómo iban ellos a imaginar el río incesante de monoveros que sin ser místicos le aman y sin idolatrarle veneran, al Stmo. Cristo Crucificado? Dijo Fernando Aguado en la bendición de su talla de María Santísima de la Esperanza, queredla y sacadla pronto en procesión. Sí sabía él, que su Virgen era esperada por los monoveros, sí recibió él el cariño y la admiración por su trabajo. Sí sabía él y todos nosotros que la Esperanza era, incluso antes de ser tallada, una más entre esta familia cofrade.
   Porque, cuando un monovero se acerca a su Cristo, o a su Virgen, lo hacen como si de un familiar se tratara, hablándole de tú, porque todo cofrade en Monóvar lleva muy adentro a su Cautivo, a su Nazareno, a su Cristo Crucificado, a su Cristo en el Sepulcro y a sus Vírgenes, ya sea en sus Dolores, su Soledad, en la inmensa Esperanza o su Remedio. Todos decimos, mi cofradía, mi Virgen, mi Señor. Forman parte de nuestro patrimonio.

    A lo largo de todo el año, en esas anónimas visitas a las capillas en que nos situamos ante ellos y rezamos, damos gracias, o simplemente las contemplamos, se va desgranando buena parte de la familiaridad con nuestros Titulares; yo creo que en esa oración en la iglesia, cuando ya finalizada la Eucaristía empieza a quedarse vacía, es donde se hace la verdadera Semana Santa.
Pero las imágenes, aun siendo parte de nuestro interior, no deben ser lo más preciado de las Hermandades y Cofradías. Ya sé que puede sonar raro, pero hay que decir aquí, que hay que entenderlas como lo que no pueden dejar de ser nunca, el camino más corto hacia Dios, hacia el hermano, hacia la vida y hacia el Amor. Ese es el fundamento y el sentido. Cuando nos encontramos a solas con ellos, no estamos solo ante el fin, sino que estamos frente al camino.

   Parte importante en toda Semana Santa que se precie, es rendir culto a la llamada “liturgia de la dificultad”. ¿Que qué es la liturgia de la dificultad? A ver, ¿No es más cómodo y práctico desfilar por calles anchas y llanas?, ¿No sería más práctico adaptar las dimensiones de los pasos a las medidas de las puertas de las iglesias?, ¿No resulta mucho más difícil y peligroso la subida y bajada de cuestas e incluso de escaleras?, ¿No es posible evitar los cables eléctricos que dificultan el transcurrir de las procesiones? Pues no. Pero no crean que solo en Monóvar. La Semana Santa, que tiene un componente de espectáculo, en tanto que es una representación, eso sí de la Pasión de Cristo, busca la dificultad, la estrechez, la subida desproporcionada, la dificultad que concluya en el aplauso enfervorecido. Y aquí todos estos elementos juegan un papel que para muchos resulta de vital importancia.

   Liturgia de la dificultad. Para dificultad litúrgica, la de la meteorología que nos tiene a todos mirando al cielo. De momento nos convertimos en expertos meteorólogos, hablamos con absoluta naturalidad de porcentajes de lluvia, frentes, anticiclones e isobaras. Internet que nos saca de muchos apuros en ocasiones, nos hace un flaco favor en estos días. Nos volvemos locos con las páginas web meteorológicas de todo tipo, nacional, regional, local, radares de lluvia, algunas nos dicen en qué hora y minuto exacto va a llover. Todo ello, unido a la sabiduría popular, las cabañuelas, el viento de poniente o de levante, todo nos lleva a una saturación de información, en personas que no sabemos nada del tema. Y las Juntas de Gobierno, se ven secuestradas en sus decisiones, por el afán y las ganas de los cofrades que han estado todo el año esperando a que llegue su día.
   En definitiva, las Juntas de Gobierno son las primeras que abrirían las puertas de la iglesia para hacerse a la calle, pero hay que tener en cuenta que lo que está en riesgo es el patrimonio artístico de nuestra Semana Santa.
   Y llegado el momento, resulta muy fácil criticar las dos posturas, tanto la de salir como la de no hacerlo, sobre todo cuando ya sabemos lo que ha ocurrido, por lo que me alegraría que cuando una Hermandad no salga a la calle, la respuesta mayoritaria sea la de apoyar y aplaudir la decisión tomada. Al igual que si se decide hacer la Estación de Penitencia y nos llueve, debemos estar al lado de ellos, ya que es una decisión dificilísima de tomar. Todo debe ser más natural y no aprovechar para hacer juicios a posteriori, criticando todo, sino ser conscientes de dónde estamos y lo que tenemos en nuestras manos. Así que nos toca seguir mirando al cielo, porque como decimos por aquí, si Semana Santa fuese en agosto, también llovería.
La Semana Santa monovera, mantiene ciertas peculiaridades que la distinguen y enriquecen sobremanera.
   El hecho de que tres de nuestros Sagrados Titulares sean obra del mismo artista imaginero, como ya a estas alturas sabrán, las tallas del Sepulcro, el Cristo y la Dolorosa, corresponden a D. José María Alarcón Pina, ofrece una uniformidad poco habitual en otras poblaciones.
   El esfuerzo incluso personal, que me consta se hizo en su día desde las cofradías de la Soledad, el Nazareno y la Dolorosa, para que sus Titulares sean portados a hombros, y más recientemente en la Hermandad del Cristo, para confeccionar el bellísimo Paso de Palio de la Esperanza, ofrece otra faceta de esta uniformidad.
   Tal vez debería la Junta Mayor y las directivas de las cofradías plantearse la necesidad de estipular, que en lo sucesivo sea imperativo mantener ésta circunstancia. El que todos los pasos de la Semana Santa Monovera, sean portados en andas, ofrece un plus de plasticidad, al tiempo que de compromiso de los costaleros y los cofrades en general, quienes debemos trabajar para que la Semana Santa no sea una moda pasajera. Sino un compromiso de mantenimiento.

   Compromiso que sin duda mantienen las cerca de 300 personas, mujeres y hombres, mayores, jóvenes y niños, que forman y dan vida a nuestras bandas. La riqueza de nuestras bandas de tambores unas, acompañadas por instrumentos de viento las otras, son admiradas en ciudades próximas. Incluso en la capital de la provincia, donde han de contratar bandas foráneas.   

   Ya en el mes de noviembre se podía escuchar el redoblar de los tambores de alguna de nuestras cofradías. Incluso recién acabadas las fiestas de septiembre, ya hubo quien se atrevía a dedicar canciones a la banda de una cofradía en radio Monóvar, que según decían “estamos a punto de empezar a ensayar”. “Chica aguárdate que nincara estem fen-mos el gelat.”

   Que voy a contaros de nuestras bandas que no sepáis, tenemos como buen ejemplo el que hace unos momentos nos ha dejado la banda formada por la Junta Mayor para esta cita que hoy nos reúne.

   Pero como digo, uno de los signos diferenciales de nuestra Semana Santa son las bandas constituidas únicamente por percusión. Conocido es por todos, que dos de nuestras bandas están constituidas únicamente por tambores, bombos y timbales.
El mundo del tambor, es eso, todo un mundo. Porque el uso del tambor en Semana Santa es inmemorial, incluso anterior a la existencia de procesiones, cuando la Pasión y Muerte de Cristo se celebraba mediante representaciones parateatrales de carácter popular o en autos sacramentales. Pero ¿Por qué el tambor y no otra cosa? Al respecto hay dos versiones. Según la primera, todo podría iniciarse en el Reino de Aragón cuando se buscaba un acompañamiento musical que recordara el de las centurias romanas; esto es, instrumentos de viento del que derivaron cornetas y trompetas e instrumentos de percusión encarnados en el tambor. Sucedió que por alguna razón, se suprimieron esos instrumentos de viento aduciendo demasiada estridencia entorno a algo tan sumamente serio como la muerte de Cristo. Por eso quedaron solo los tambores.
   Por otro lado, se considera que el uso del tambor entorno a la celebración de la Pasión y Muerte de Cristo, viene dado por el intento de imitar lo que cuenta el Evangelio que sucedió cuando murió Cristo, que el cielo se rasgó y se produjeron grandes truenos (en algunos sitios el estruendo de tambores se llama "la troná"). Es posible que la realidad del origen tenga parte de ambas posibilidades. El hecho más antiguo que se conoce del uso del tambor en colectividad y entorno a la Muerte de Cristo se registra en el pueblo turolense de Calanda donde, desde la Edad Media y sin fecha precisa, se celebra cada Jueves Santo a las 3 de la tarde (el momento tenido antiguamente como el de la muerte de Cristo) la llamada "Rompida de la Hora", es decir, el mismo día y a la misma hora en la que Cristo muere, como el Evangelio dice que hubo muchos truenos, éstos se reproducen con tambores.

   Todas estas peculiaridades que he enumerado, deberían de ser motivo suficiente para que promocionemos nuestra Semana Santa. Son muchas las cualidades que hacen que nuestra Semana Santa sea admirable. Aprovechemos estos momentos de auge para su promoción. Numerosos son los pueblos cercanos con catalogación de su Semana Santa como de interés internacional, nacional o provincial y creo que es tarea de la Junta Mayor salir a las convenciones y encuentros de Hermandades de Semana Santa. No nos quedemos en casa, demos a conocer nuestras virtudes, nuestras magníficas tallas, llevemos de verdad la Semana Santa Monovera a la calle.

   Pero, sigamos con el recorrido iniciado por las diferentes estaciones de esta representación en la calle, de la Pasión de Cristo.
Si Jesús le dijo a Santo Tomás: “Tomás, la fe es creer sin querer ver”,… pues entonces queridos amigos, yo debo haber perdido la fe, porque yo he visto a Cristo y a su Madre caminar en la noche monovera. En nuestras calles, se ve a Cristo caminar. Lo vemos, lo sentimos en nuestro interior, sentimos la tranquilidad cuando estamos alterados, su esperanza cuando bajamos los brazos agotados, sentimos su amor cuando estamos tristes y decaídos. Porque en realidad, no hace falta ver para creer en Dios.

   Pero le vemos cuando pasa caminando ante la mirada de una mujer, de mediana edad. Le está hablando. La mirada fija, emocionada, necesitada, implorante en rezos y plegarias. Porque también ella ve a Dios. Cuando vemos pasar uno de nuestros cristos por las callejas oscuras de la noche monovera, cuando se aleja calle abajo, en las interminables cuestas del barrio de Santa Bárbara, cuando el silencio atronador de la noche de primavera es roto por el rachear de los pies de los costaleros y el vibrar de los tambores y trompetas, y clarines, en su lento discurrir, es cuando en verdad vemos caminar a Dios por nuestras calles.  

   Y aunque sabemos que debajo del paso, están los costaleros, que ponen el hombro y le prestan sus pies, vemos a un hombre llamado Jesús. En la oscuridad de los barrios antiguos o las amplias calles más nuevas. ¡Por ahí viene Dios! ¡Lo podéis ver caminar! Porque Cristo camina en nuestras calles.

   Pero, ¿Cómo es que caminas Señor, si estás agonizando en la Cruz? ¿Cómo es que vienes hacia nosotros Señor, si yaces sobre la fría losa del Sepulcro?
   Te veo venir de lejos en la llegada, de recogida a la parroquia y te veo tan solo. Divino Cordero abandonado por todos, que acepta en su cuerpo todas nuestras debilidades.
¡Que solo estás esta noche con tanta gente!

Déjame Señor que te acompañe. Quiero verte más de cerca.

   Si la sangre recorre tu cuerpo como si de sudor se tratara, si las espinas de la corona te revientan la cabeza y la carne ya ha perdido el tacto. Si tu espalda es una mar de lágrimas, rasgada a latigazos. Si la vida te hace parecer que has muerto, si parece que estás muy lejos, ¿por qué te siento tan cerca?
¿Y si estás muerto, de quién es esa voz que se escucha?  ¿Será tal vez, tu voz que resuena en los corazones que laten con pulso acelerado por el peso de tu Cruz?  ¿Será tu voz que pide perdón por quienes no saben lo que hacen y te condenan al martirio?

   Y decidme vosotros si no es a Dios a quien veis, cuando Nuestro Padre Jesús Nazareno anda con la Cruz a cuestas. Su túnica morada oscila de un lado a otro, porque su torpe caminar en la subida al Monte Calvario, le ha hecho caer al suelo hasta tres veces. Y su paso huele a romero y a hierba fresca. Suena una matraca y sus pies casi no le sostienen ya en pie. Y todo Monóvar quiere ser Simón de Cirene. Y echar mano de su Cruz, y ayudarle.
   En ese momento, todos querríamos ser el Cirineo de Jesús. Pero, tal vez deberíamos serlo de otras personas que también nos necesitan.   

   Ellos están ahí, a la vuelta de la esquina. Algunos viven puerta con puerta, a nuestro lado. Son los que han sido devorados por la droga, la desesperación, los que forman las interminables colas del INEM, donde como en un cortejo procesional, cada uno lleva su penitencia. Son los que no tienen casa, los que han sido desahuciados del hogar en el que pusieron toda su vida. Los que no tienen familia, o lo perdieron todo en esta “desaceleración persistente”. Los niños que se acuestan sin cenar, los que no tienen libros ni libretas, porque lo poco que entra en casa es para comer. Son los padres de familia, que se quitan el pan para darlo a sus hijos, los abuelos que cuando deberían de descansar, están manteniendo con sus precarias pensiones a tres generaciones. Desde hace ya unos años, en nuestras Hermandades, hemos podido comprobar, que la colaboración con Cáritas da buenos resultados para paliar estas necesidades. Han sido muchos los quilos de alimentos y juguetes para niños y familias que se han podido recoger, en las distintas campañas realizadas por nuestras hermandades. Hagámonos Cirineos, no esperemos a que desesperados y hundidos bajo el peso de la cruz de la pobreza, llamen a nuestra puerta pidiendo ayuda. Debemos ponernos la vesta todo el año, no solo durante siete días.
Porque ante la necesidad de las personas, las cofradías como parte integrante de la iglesia, debemos hacernos presentes. Las cofradías en sus inicios nacieron como gremios que ayudaban a los necesitados. Todas las cofradías, tenemos en nuestros estatutos un punto, que con más o menos matices dice. “Asistir y ayudar a los cofrades en caso de extrema necesidad.” Ahí, jugamos un papel muy importante. Jesús el Nazareno, se agarraba con toda su fuerza al madero para poder incorporarse y llegar al final de la Vía Dolorosa, y al igual que Él, hay muchas personas que se agarran a nosotros, porque la iglesia, es hoy para mucha gente, el último clavo ardiendo al que agarrarse.

 Y a los pies de la Cruz, María es atravesada por siete puñales. María siente en su interior los siete Dolores que atraviesan su corazón. Dolores del Descendimiento. Virgen de los Dolores.

  Nicodemo, y José de Arimatea, ya le han bajado el cuerpo de su amado hijo. Ya en su regazo virginal, María mira el cuerpo santo de su Hijo y con mirada triste pero digna y valerosa contempla el rostro herido por tanta ofensa y tanto desprecio. Ella, en su inmenso amor y en su inmenso dolor, lo abraza, lo mira en silencio y cuatro lágrimas de cristal inundan su corazón.  Entre sus manos, el cuerpo inerte, sin vida, torturado hasta la muerte. Y viendo la corona, sus espinas, y su costado atravesado, su boca y sus labios pálidos que marchitan su belleza, ahoga su llanto. Y otra llaga se abre en su corazón, llaga viva por la muerte de su Hijo.

   En un magnífico paso tallado sobre caoba, vemos un calvario que se va quedando solo. Un calvario en el que emerge una cruz y a sus pies una madre que recibe el cadáver de su Hijo.
El calvario ve descender la gran Verdad, el Mesías derrotado, el Siervo de Dios y se abre con un terremoto que tambalea todos los corazones que se siguen interrogando. Pero hay una luz en medio de toda la tiniebla. Hoy, la luz es ese mismo Jesús muerto que desciende a los infiernos para salvar a todos, también a los que dormían el sueño de los despiertos.

   Pero, a mí, me gusta ver a la Soledad. Lo sabréis. Alguno de vosotros sabéis que aunque hoy soy de los de rojo y verde, mis primeros pasos cofrades, se vistieron con vesta y capucho negro y fajín blanco, porque entonces no llevábamos capa. El hecho de que mi abuela, ya fallecida, y mi tía materna, luzcan el nombre de Soledad, hizo que una tarde triste del año 1982, triste porque ese Jueves Santo había fallecido mi abuelo, yo saliese por primera vez en procesión con la cofradía de la Soledad, fue un Viernes Santo.

   Recuerdo que mi madre y mi tía, me decían que era imposible, que el próximo año sería.
   Empezaba entonces nuestra historia pequeña.
   Cuando te asomas al dintel de la arciprestal, Señora, son muchos los corazones que te esperan. Aunque es noche ya cerrada, sales con luz y con luz regresas, porque la luz eres tú.
   La noche, que se ha puesto su camisón de miércoles, espera que pase la Señora del Miércoles Santo. Pasa la Señora en su Soledad. Y mira como pasa. Andando. Serena. Hermosa. Con el paso corto, paso racheao, sobre los pies, ni un paso de más, ni uno de menos. Caminando entre suspiros. Majestuoso caminar en Soledad.

   ¡Déjamela un poquito más capataz! ¡No te la lleves todavía! ¡Ve muy poquito a poco costalero, que no corra el tiempo! ¡Arría el paso, mécelo luego suavemente! ¡Ella se merece a su pueblo, la capilla de la calle en una noche de abril!
   Y allí entre miradas perdidas, en la soledad de tanta gente, una lágrima furtiva, se pierde resbalando por sus mejillas.

   Y llegará el Silencio. Largo silencio de rojo y verde que transita por los barrios. Barrios de calles estrechas donde se multiplica el sonido grave de los tambores y timbales que marcan el paso de los costaleros.
   Una banda de música, acompaña a la Reina. Porque María Santísima de la Esperanza ya reina en nuestras calles. Calles donde la claridad se ha perdido, la asume entera su palio, su manto, su candelería, su corona, sus flores de cera, sus costaleras. El único paso de palio que procesiona en Monóvar, se mueve con dulzura, andando sobre los pies; al son del gran pentagrama pasional, lentamente va avanzando. Suena Mater Mea, La Madrugá…suena el tintineo de las bambalinas que chocan con los varales que sustentan el cielo que cubre a la Madre en su palio. En él María, consciente de un dolor asumido. Inmensa pena sin consuelo que llora la carne de su carne herida y despreciada. María, dolida en su seno desde que engendró a su Hijo hasta el final presagiado. Por eso en toda la ciudad se escucha su lamento, llanto amargo por el Hijo que expira clavado a un madero.
 Y la cruz ya no es signo de tortura, porque teniendo a Cristo clavado en ella, se transforma en signo de reconciliación, de amor, de perdón. Cuando vemos pasar el magnífico paso de Cristo Crucificado, tenemos la oportunidad de contemplar el sacrificio del Señor por nosotros, y somos invitados a tener a María como Madre nuestra, como verdadera Madre de todos nosotros.

   A pesar de que los quehaceres en mi hermandad me han privado durante muchos años, de ver al completo la procesión del Santo Entierro, si les puedo contar que la del Viernes Santo, es la procesión oficial de nuestra Semana Santa. La Cruz Parroquial, preside un cortejo en el que se representa ordenadamente la Pasión y Muerte de Jesucristo. Las cofradías y hermandades monoveras, configuran un largo ceremonial que avanza por las calles monoveras.

   Cristo ha muerto. No se puede hacer otra cosa que amortajarle y llevarle al Sepulcro. Cristo paga la deuda del pecado del mundo con su muerte. Noche solemne de interminables filas de cofrades que cirio en mano, encuentran en la música de su banda de tambores y trompetas la mejor despedida.
    Notas de clarines y trompetas que lloran la muerte del Dios hecho Hombre cuando los cofrades del Santo Sepulcro y Jesús Cautivo, proceden a depositar el cuerpo en su tumba.
El Sagrario está desnudo, como desnuda se nos mostrará la Verdad a todos. Cristo Yacente, Santo Sepulcro. Tanto amor dio Dios al mundo que entregó a su Hijo.

    Pero no es el final, porque mañana la muerte será vencida y a pesar de que su cuerpo ha sido depositado en una urna con las puertas de cristal, pronto, en la noche de la Vigilia, Cristo habrá resucitado.

   Cada mes de septiembre, recojo el calendario que la Mayordomía nos regala después del Besamanos a la Patrona. Naturalmente, lo de menos es el calendario, bueno en realidad lo primero que miro es en que fechas cae la próxima semana santa, pero no es esto lo esencial. Lo importante es significar, que creo que no me equivoco al decir que todos los monoveros llevan a la Virgen en su cartera. O la guardan en su mesita de noche, o la colocan entre las hojas de su agenda. El monovero lleva una foto de la Virgen en la guantera, o como es mi caso, en una de las cuentas del rosario que pende del retrovisor del coche. Es la Virgen del Remedio. Es la Patrona de Monóvar.

   La luz se había despertado a poco más de las seis. Los pájaros que duermen en los árboles del jardinet revolotean y las campanas de la iglesia anuncian que empieza la misa de las siete y media. Es la misa de los hombres. ¿Qué pasa que a las mujeres no les dejan ir? Por supuesto que sí, pero es la misa a la que más hombres asisten. Ningún otro día del año tiene tanta afluencia masculina. Debe ser por aquello que me contaron de un monovero, quien sostenía que: “en fer-nos vells, tots baix del orgue” (en hacernos viejos, todos debajo del órgano). Claro, que mejor vista tenemos situándonos debajo del órgano de la iglesia. Es ella, la Madre, la Remediadora. Eia, ergo advocáta Nostra.
  Acógenos bajo tu amparo Santa Madre de Dios. Reina y Señora de la Ciudad de Monóvar, Alcaldesa Perpetua, te imploramos a título de tu advocación divina. Remédianos lucero divino. Bendigan los siglos el día venturoso en que se nos dio por Madre en Monóvar a la Santísima Virgen del Remedio.

Porque con la llegada del tercer día, todo lo aquí contado cobra sentido.

   Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:

-- Quién nos correrá la piedra a la entrada del sepulcro.

   Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron al sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron.

Él les dijo:

-- No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde le pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.

   Acaba la Pasión y es tiempo de Gloria. Y a la Gloria marcharemos. Y bien de mañana iremos a una placita con palmeras, porque allí se han citado la Madre y su Hijo.
La Madre se ha despojado de su negro velo, y su Hijo hecho Eucaristía, aparece calle arriba. ¡Aleluya!. La muerte fue vencida, y se hizo la Gloria. Y marcharemos entre vivas. Y palomas que vuelan en el cielo azul. Y cohetes, y música y Gloria. Y proclamamos ¡Aleluya! ¡Aleluya! Porque Cristo ha resucitado.

Ya acabo, no os preocupéis.
 
   A veces, muy a menudo quizás, nos olvidamos de ellos. De Jesús y de Nuestra Madre. En apenas una semana, volveremos a quitar la portada de un calendario que cuenta sus días marcha atrás. Y cuando haya terminado aquello que hemos estado esperando durante un año, ellos seguirán estando ahí para nosotros. Cada día al finalizar la Eucaristía, serán muchos los monoveros que se pondrán frente a ellos para orar. Y ellos seguirán allí para nosotros, oyendo el profundo latir de una plegaria que sale desde el corazón. Nuestro Cristo habrá resucitado, pero la Esperanza, la Soledad... seguirán ahogadas en su inmenso dolor. La cruz de Nuestro Padre Jesús Nazareno pesará cada día más, cargando con las incoherencias de esta sociedad, a Jesús Cautivo le seguirán doliendo sus manos heridas por la cuerda que las amarraba. En el corazón de Nuestra Señora de los Dolores, seguirán abriéndose las llagas de la injusticia social y la falta de oportunidades para nuestros jóvenes. El Cristo Yacente, permanecerá en su urna un año más, hasta que nuevamente florezcan los almendros. ¿Y nuestra Madre del Remedio? Ahí está también, después de salir al encuentro de su Hijo, también sale a nuestro encuentro cada vez que pasamos por delante de su capilla. Cristo habrá resucitado y nosotros debemos estar alegres, y como buenos cofrades seguir visitándolos y no echarles en el olvido hasta el año próximo.

   Anoche, en el Vía Crucis por las calles de nuestro pueblo, rememoramos las 14 estaciones del caminar pasionista de un Dios cercano y misericordioso. Llega el momento esperado por todos y en pocos días la luna será plena, dará entonces comienzo la Semana Grande. Las bandas ya casi han terminado sus ensayos. Los costaleros y costaleras ajustan sus fajas, los niños preparan su palma blanca y en apenas siete días los pasos serán trasladados en la “mudá” para ser ubicados en la iglesia a la espera de sus priostes y sus floristas.

   En tan solo una semana, los niños abrirán extendidas sus pequeñas y frías manos, “¿me das un caramelo?” Las vestas, las capas y los capuchos cuelgan en una percha después de salir de la tintorería y en las casas se hace provisión de toñas y monas y fasegures. La Artística ultima la pieza que estrenará el Domingo de Pascua, ya hemos puesto a cargar las baterías de nuestras cámaras de fotos y las tradiciones, el arte, la religiosidad popular y el sentimiento cofrade aguarda agazapado en una esquina de nuestras calles.

   Cuando me dispongo a dar por terminado este pregón, espero haber cumplido con mi propósito de haberos contado vuestro pregón, el que esperabais cada uno de vosotros. Os pido pues, que seáis benévolos en vuestras críticas, porque hoy he querido contaros también mi pregón, el pregón de un cofrade.

   Un cofrade y un pregonero, que se quiere dirigir ahora en especial a los más jóvenes, para pediros que viváis la Semana Santa con recogimiento y solemnidad y que llegada la Pascua disfrutéis de un día único en el año. Seguramente, el mismo sábado saldréis del pueblo en busca de disfrutar con vuestros amigos de un viaje, una casa rural… pero éste humilde pregonero os quiere pedir que no os perdáis la mañana de Pascua. Que no os perdáis el encuentro de nuestra Patrona con su Hijo y con su pueblo.

   Ahora sí, acabo este pregón en el que hemos anunciado la Pasión, Muerte y Resurrección de un Hombre extraordinario. Y me van a permitir acabar tomando prestadas las palabras de un reconocido pregonero sevillano. Unas palabras que nos permiten hacernos una idea de la dimensión de los hechos que en estos días conmemoramos.

Porque:

   Hace ya más de veinte siglos, vivió un hombre que solo saboreó la vida durante treinta y tres años. Era hijo de un carpintero. Nació en un pequeño pueblo y vivió en otro hasta que cumplió los treinta. Nadie supo de él durante ese tiempo. Predicó durante tres años. Nunca tuvo una familia. Ni un hogar. No vivió en una gran ciudad. Jamás escribió un libro. Ni abrió un negocio. Pero la opinión pública se puso contra él y sus amigos le negaron. Él, perdonó a sus enemigos, y fue crucificado entre dos ladrones. Cuando murió, sus ejecutores se repartieron su única propiedad, su túnica, poco antes de ser enterrado en una tumba prestada. Han pasado, 2014 años. Y ese sencillo hombre, es la figura central para la gran parte de la humanidad.

  Todos los ejércitos que han desfilado. Todas las armadas que han navegado. Todos los reyes que han reinado, juntos, no han tenido la misma influencia que tuvo ese hombre.

   Así fue. Y así será.

   Por los siglos de los siglos...   

 Muchas gracias y buenas noches.

D. Pablo Jaén Mira.

Pronunciado el 5 de abril de 2014 en el Teatro Principal de Monóvar

Para ver el Pregón online pinchar sobre la foto

 

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