Semana Santa Monóvar - Pregón 2010

   
  Semana Santa Monóvar
  Pregón 2010
 

Pregón de la Semana Santa 2010

 Ilmo. Sr. Alcalde Presidente del Excmo. Ayuntamiento de Monóvar, D. Salvador Poveda Bernabé.

 Rvdo. Sr. Cura Párroco, Consiliario, D. Antonio Alcolea Martínez.

 Sr. Presidente de la Junta Mayor de Cofradías de Semana Santa de Monóvar, D. José Rios Armero y miembros de su Junta.

 Sra. Concejala de Cultura, Doña María Francisca Parreño y demás autoridades.

 Sres. Hermanos Mayores y Sra. Hermana Mayor y componentes de las Cofradías de nuestra Semana Santa.

 Sras. y Sres., queridos paisanos, amigos todos, muchísimas gracias por su presencia en este acto tan entrañable para mí.

 Sí para mí es un gran honor, y también un orgullo, haber sido designado por unanimidad de los miembros de la Junta Mayor de Cofradías de Monóvar, Pregonero de la Semana Santa 2010.

 Quiero agradecer por tanto, de todo corazón, a su presidente, don José Rios Armero, a los Hermanos y Hermana Mayor de las cofradías, así como a los demás componentes de la Junta Mayor, la deferencia que han tenido conmigo.

 Curiosamente, y sirva tan solo como anécdota, estoy participando con frecuencia, últimamente, en este tipo de actos de Semana Santa:

 El primero fue el pasado mes de noviembre, en nuestra Casa de Cultura, presentando la magnífica revista anual de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, de la que soy cofrade.

 El segundo, el pasado día 6 de febrero, en la Casa de Cultura de Crevillent, donde tuve el honor de pronunciar el discurso de apertura del II Congreso de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de la Comunitat Valenciana, acompañando a Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Emérito don Ricardo María Carles, quien, a continuación, pronunció una conferencia.

 Y hoy ejerzo como Pregonero de la Semana Santa 2010 en mi querida ciudad de Monóvar, por lo que estoy enormemente satisfecho.

 No quiero ocultarles que no me va a resultar fácil hablar a Vdes. de la Semana Santa, puesto que aquí están presentes los verdaderos artífices de que nuestros actos y procesiones hayan alcanzado a través de los años el máximo esplendor y solemnidad, así como una gran participación popular.

 A mi juicio, lo primero que debemos hacer es reflexionar, seria y profundamente sobre ¿qué es? y ¿qué significa? la Semana Santa. Para mí muy lejos, desde luego, de ese concepto únicamente folclórico que algunos quieren otorgarle.

 No, no es la Semana Santa un acto folclórico; al menos no debe serlo para un cristiano.

 Seguro que no lo és, ni tan siquiera haciendo una interpretación estricta, o rigurosa si se quiere, de la acepción de la palabra. La Semana Santa no es solamente un conjunto de tradiciones culturales y costumbres de un pueblo.

 La Semana Santa, para un cristiano debe ser, y de hecho lo és, algo mucho más importante y esencial. Para un cristiano la Semana Santa es algo más profundo y serio que el solo hecho de ponerse una vesta y un capucho para participar en una procesión, solo porque año tras año, de padres a hijos, hemos venido haciéndolo; que también es importante, no quiero que nadie interprete en mis palabras el mínimo atisbo de crítica a nadie; yo respeto profundamente el sentido que cada uno quiera darle a su participación.

 La Semana Santa, a un cristiano, debe hacerle revivir, con sentimiento y dolor, la pasión y muerte de Jesús, y con gozo su resurrección.

 Esto es lo más importante y, lo más esencial. A ello, podemos añadir, si se quiere, lo que significa la tradición, histórica y cultural, de un conjunto de celebraciones que se vienen realizando durante siglos, con indudable fervor, y que representan cada uno de los pasajes de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

 La Semana Santa representa también la solidaridad, palabra hoy tan de moda, y el reconocimiento del mundo cristiano a aquel que se hizo hombre para sufrir y morir por nosotros.

 Por ello, son días de meditación, son días de oración, son días de reencontrarnos con nosotros mismos y, tras realizar un verdadero examen de conciencia, entregarnos a Dios con todo amor para devolverle algo, seguro que muy poco comparado con lo mucho que él hizo por nosotros, y sigue haciendo.

 Él dió su vida por nosotros y nosotros ¿que le damos a él? ésa es la reflexión que nos puede conducir al verdadero sentido de la Semana Santa.

 Recordemos de forma breve como fue la semana de pasión de Cristo hace casi dos mil años: el Domingo de Ramos, Jesús volvía de Betania a Jerusalén e hizo su entrada de forma sencilla, humilde; a lomos de un burrito que ordena traer de Betfagé.

 Su salida de Betania al romper el alba, y llegada a Jerusalen, está acompañada de una gran multitud que acude a Él impresionada por el reciente milagro de la resurrección de Lázaro.

 La gente, conocedora de las profecías, se manifestaba con júbilo y alababa a Jesús con gritos y cánticos, recibiéndole con palmas y ramos de olivo.

 Jesús entra triunfante en Jerusalén, pero sin perder en ningún momento su sencillez, ni olvidar el motivo de su regreso. Sabe que comienza la pasión y que pocos días después será clavado en la cruz.

 Por ello, también sabe que, horas después, los ramos se marchitarán y los gritos de júbilo se cambiarán por el de: crucifícale, crucifícale.

 También María le sigue para acompañarle en la celebración de su última Pascua.

 Como todos saben, la Pascua, para los judíos era, y lo sigue siendo, la fiesta más importante, ya que conmemora la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto.

 El primer día de los Ácimos, Jesús encargó a sus discípulos predilectos, Pedro y Juan, la disposición y preparativos de la cena que celebraría a la puesta del sol.

 La cena se iniciaba con los salmos, que recitó Jesús con voz firme; estaba presente el agua para las abluciones; las hierbas amargas en memoria de la esclavitud del pueblo judío; los panes ácimos en recuerdo de aquellos que quedaron a mitad cocer en la huída de Egipto; el vino, y el cordero pascual inmolado en el altar de los holocaustos.

 Jesús es consciente de que se va a cumplir la voluntad del Padre; que poco después será traicionado y apresado; por ello quiso legarnos, para que permaneciese vivo su espíritu entre nosotros durante toda la eternidad, lo que sería, y sigue siendo, el Sacramento más importante para los cristianos: la Eucaristía.

 Jesús, cogiendo el pan lo partió, y tras bendecirlo, lo entregó a sus discípulos diciendo: "tomad y comed, este es mi cuerpo"; y alzando su copa de vino les dijo: "tomad y bebed esta es mi sangre"

 Pero, debemos detenernos un instante y analizar la historia de uno de los símbolos más importantes de la fe cristiana: El Santo Cáliz; abramos un paréntesis para ello:

 Catorce siglos después de que se produjeran estos hechos, nuestro histórico Reino de Valencia quedaría vinculado para siempre, además de forma directa, a la Última Cena de Jesús, no solamente en lo espiritual y religioso por el hecho en sí de que hoy, nuestro pueblo, sea mayoritariamente católico, sino sobre todo porque, en el año 1414, el Santo Cáliz que utilizó Jesús en la Última Cena llegó a nuestro Reino, a Valencia, y aquí se sigue custodiando y venerando.

 Nadie puede dudar seriamente del carácter histórico de la Última Cena, a la que se refieren los evangelistas y también las cartas de San Pablo, ni de la autenticidad del Santo Cáliz.

 El dueño del Cenáculo en el que se celebró la Cena, debía ser una persona acaudalada, como podemos deducir de lo que se dice en el Evangelio de San Marcos. No hay duda de que se trataba de la casa de alguien de un nivel económico elevado, dado el número de criados que le servían. Jesús celebró allí la Pascua y como era costumbre utilizó una copa de bendición.

 Los judíos utilizaban siempre una copa especial. Si el propietario del Cenáculo tenía un nivel económico elevado, la copa utilizada siempre era de calidad. Las copas de bendición judías no podían ser de madera o de metal, sino que tenían que ser de cristal o de piedra. Una familia judía acomodada utilizaría como copa de bendición una de material semiprecioso como es el Cáliz de Valencia.

 La investigadora americana Jenes Bennett afirma: "es innegable que Jesús utilizó una copa para la consagración y que esta copa es un objeto histórico, no un mito". El Santo Cáliz que se guarda en Valencia, como ha acreditado el estudio del Profesor Beltrán, reúne las condiciones exigibles para su uso, como copa de bendición, por una familia acomodada en la primera mitad del Siglo I.

 Nadie puede negar que la primera comunidad cristiana otorgó a las palabras pronunciadas por Jesús en esa cena una importancia trascendental. Por ello, parece razonable pensar que, tras los acontecimientos ocurridos inmediatamente después de la Cena (crucifixión, sepulcro vacío, apariciones,...), la copa o cáliz utilizado esa noche por Jesús fuera diligentemente conservada por los cristianos de aquella época.

La Profesora Bennett explica del siguiente modo el proceso por el cual el Santo Cáliz pasó de Jerusalén a Roma, dice: "Muchos estudiosos creen que el Cenáculo, la habitación en la que tuvo lugar la ultima cena, y el Santo Cáliz eran propiedad de la familia de San Marcos, el Evangelista que hizo de intérprete de San Pedro en Roma.

 San Marcos y San Pedro vivían en relación estrecha y parece tener sentido que San Marcos diera la Santa Copa a San Pedro, por la simple razón de que era muy importante para los primeros cristianos usar reliquias en la liturgia, y Pedro era la cabeza de la Iglesia. La tradición española afirma que San Pedro se llevó el Santo Cáliz consigo a Roma, donde lo pasó a sus sucesores hasta la persecución de Valeriano, en el año 258".

 Hay estudiosos que, como hemos dicho, coinciden en que el Santo Cáliz fue conservado en Roma, donde era utilizado por los primeros papas.

 El Profesor Antuñano ha señalado, en este sentido, que existen indicios de que, efectivamente, era así y, afirma que el Canon Litúrgico Romano de los primeros papas, en el momento de la Consagración, decía textualmente "...tomando este Glorioso Cáliz...", con lo que se hacía específica referencia a que en la Consagración se estaba utilizando precisamente el mismo Cáliz empleado por Jesús en la Última Cena.

 Por contra, en la fórmula de Consagración del Canon Oriental tan solo se decía "...tomó la copa con el vino…", porque eran conocedores de que el auténtico Cáliz de Cristo era el que utilizaba el Papa. Por ello decían "tomó la copa.." y no "…tomando este Glorioso Cáliz..".

 Para confirmar, a ciencia cierta, todos estos hechos han sido fundamentales las ponencias y trabajos que recientemente se han abordado en el I Congreso Internacional del Santo Cáliz, celebrado en Valencia en noviembre de 2008, y una de sus conclusiones ha sido precisamente la de que el estudio de las peculiaridades del texto del Canon Romano de la Consagración supone un avance notable para datar la existencia en Roma del Santo Cáliz en la primera mitad del Siglo III. Nos situamos así en el año 258, en el que era Papa Sixto II. Se desató entonces, ya lo hemos dicho, una persecución contra los cristianos, promovida por el Emperador Valeriano.

 Con el fin de impedir que el Santo Cáliz sufriera algún daño, el Papa Sixto II, lo entregó en custodia a uno de los diáconos de Roma llamado Lorenzo, cuyos padres eran originarios de Huesca, quien trasladó allí el Santo Cáliz para esconderlo. El Santo Cáliz permanecería escondido en Huesca hasta el año 711, se supone que guardado en la Iglesia del Santo Pedro El Viejo, año en el que comenzó la invasión árabe.

 A partir de ese momento, el Santo Cáliz, inicia un periplo viajero que duró varios siglos. Estuvo en Siresa más de cien años, después en el Monasterio de San Adrián de Sàsabe; también es sabido que a principios del Siglo XI se guardó en la Iglesia de la Corte, en Bailo; desde el año 1045 al año 1063, estuvo en la Catedral de Jaca y en el año 1071 fue trasladado al Monasterio de San Juan de la Peña, en el pirineo aragonés, que era el centro espiritual de la entonces incipiente monarquía jacetana, donde permaneció hasta 1399.

 Ese mismo año, el Rey de Aragón y de Valencia, Martín I El Humano, solicitó, de los monjes del Monasterio de San Juan de la Peña. la entrega del Cáliz, pues deseaba tener la reliquia en su palacio de Zaragoza.

 Así, lo confirma el Archivo de la Corona de Aragón donde figura un documento fechado el 26 de septiembre de 1399 de entrega del Santo Cáliz a Martín El Humano (pergamino nº 136 de la colección de este rey). En dicho documento se hace constar que: " sea a todos de manifiesto que, como el excelentísimo príncipe y señor don Martín, por gracia de Dios Rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y Córcega, y Conde de Barcelona, del Rosellón y de la Ciretánea, haya deseado y procurado, con ahinco, tener en su Capilla Real, aquel Cáliz de piedra en el cual Nuestro Señor Jesucristo, en su Santa Cena, consagró su preciosa sangre, y que el Bienaventurado Lorenzo, que lo recibió de San Sixto, a la sazón Sumo Pontífice, cuyo discípulo era, y Diácono de Santa María in Domínica, envió y dio con una su carta al Monasterio y Convento de San Juan de la Peña, situado en las montañas de Jaca del Reino de Aragón...".

 El Santo Cáliz, por este motivo, fue llevado desde el Monasterio  de San Juan de la Peña, (donde había permanecido oculto más de trescientos años), hasta el Oratorio del Real Palacio de la Aljafería de Zaragoza. Más tarde fue trasladado a la residencia del Rey Martín El Humano en Barcelona.

 En el inventario de bienes, hecho en 1410, a la muerte de Martín El Humano, consta que entre los bienes muebles del monarca en Barcelona se halla el "calix de vincle e calcedonia, lo cual, segons se diu, fo aquell ab que Jhesuchist consegrà la sua saneta e precisoa sanch lo dijous sant de la cena" .

 Martín El Humano murió sin descendencia y, en virtud del Compromiso de Caspe, fue coronado Rey de Aragón y de Valencia Fernando de Antequera, quien fundó una nueva dinastía valenciana. Le sucedió su hijo Alfonso III de Valencia y V de Aragón, El Magnánimo, que es quien, en el año 1414, trasladó el Santo Cáliz a su Palacio Real de Valencia.

 Finalmente, años después, El Magnánimo, hizo entrega solemne del Santo Caliz a la Catedral de Valencia, en manos de su Obispo, después Cardenal, el setabense Alfonso de Borgia, años antes de que éste partiese hacia Roma para ser nombrado Papa bajo el nombre de Calixto III. La entrega se produjo el 17 de marzo de 1437 y desde entonces, el Santo Cáliz, se custodia y venera en la Catedral de Valencia.

También se guarda allí el acta documental que acredita dicha entrega y en la cual consta: "el cáliz en que jesucristo consagró la sangre el jueves de la cena, hecho con dos asas de oro, cuyo pie, del mismo color que el cáliz, está guarnecido alrededor de oro con dos rubíes y dos esmeraldas en el pie, y con veintiocho perlas, comparadas al grueso de un guisante, alrededor del pie de dicho cáliz". El acta tiene 573 años.

 En 1809, ante la invasión francesa, el Santo Cáliz salió de Valencia a Alicante, volviendo a Valencia en febrero de 1810; un mes después se trasladó a Ibiza y desde allí, en 1812, a Palma de Mallorca donde permaneció hasta 1813 año en el que fue devuelto a la Catedral de Valencia. En 1916 fue instalado, definitivamente, en la antigua Sala Capitular de la Seo, donde permanece.

 Pero, en 1936 el Santo Cáliz tuvo que salir nuevamente de la Catedral de Valencia, escondido en un envoltorio de periódicos, instantes antes de que fuese saqueada y quemada la Seo, permaneciendo en varios domicilios particulares. Finalmente, fue escondido en Carlet hasta el 30 de marzo de 1939, fecha en la que pudo volver a la Catedral.

 El año 1982 el Papa Juan Pablo II visitó Valencia y celebró la Santa Misa con el Santo Cáliz. Era la primera vez que el Santo Cáliz era utilizado por un Papa, desde los tiempos de Sixto II: habían transcurrido más de 1725 años.

 Nuevamente, el 9 de julio de 2006, el Papa Benedicto XVI, utilizó también el Santo Cáliz en la Eucaristía con la que se clausuró el V Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Valencia.

Todos estos hechos que les narro, que se fueron sucediendo a través de los siglos, demuestran, según los eruditos, que, efectivamente, el Santo Cáliz que se custodia y venera en Valencia es el mismo que utilizó Jesús en la Última Cena.

 Cerremos el paréntesis y volvamos a los pasajes de la pasión.

 Se suceden, la traición de judas, el apresamiento de Jesús; el proceso contra Jesús en el Sanedrín; las negaciones de Pedro y el canto del gallo.

 Anás envía a Jesús ante Caifás y este lo envía a casa del pretorio romano Poncio Pilato, quien al saber que era galileo lo envía a Herodes. Herodes lo vuelve a enviar a Pilato.

 Era ya de día. Por ser Jesús un preso muy conocido, acababa de resucitar a Lázaro, la gente salía a sus puertas para ver como lo llevaban apresado camino de la residencia de Pilato. Iba con una cuerda atada al cuello y a las manos. Querian, que el gobernador romano le condenase a muerte; Pilato, no veía motivo para condenarle y ordenó que lo azotasen convencido de que con ello aplacaría la ira de los judíos. Fue azotado y coronado de espinas.

 Pilato propuso al pueblo que eligiese entre Jesús y Barrabás para conceder el perdón tradicional de la Pascua. Los judíos prefirieron la libertad de Barrabás, condenado por robo con homicidio, antes que ver libre a Jesús; los Sumo Sacerdotes gritaban: crucifícalo, crucifícalo.

 Pilato se lava las manos, y Jesús carga con su cruz por las calles de Jerusalén camino del Calvario; ha sido condenado a muerte de cruz: la crucifixión era la ejecución más cruel y afrentosa que existía en aquella época.También estaba siendo objeto de escarnio, burlas y mofa; incluso sus discípulos le habían abandonado.

Transportando su propia cruz, le desfallecen las fuerzas y, tan solo una persona, obligada por los soldados, le ayuda a llevarla: Simón de Cirene.

 Una piadosa mujer se atreve a acercarse a Jesús: Verónica, y, con su velo empapa la sangre de su rostro. El rostro de Jesús ensangrentado queda grabado en las tres partes en las que está doblado el velo.

 Abramos ahora otro breve paréntesis y analicemos también la historia de este otro importante símbolo de la pasión de Jesús: La Santa Faz.

 La Santa Faz de Cristo, cuya reliquia permaneció en Jerusalén hasta el Siglo VI, al producirse las primeras invasiones musulmanas, fue trasladada, junto a otras reliquias a la isla de Chipre, donde permaneció hasta el año 640 en el que fueron llevadas a Constantinopla.

 Ochocientos años después, el 29 de mayo de 1453, al ser tomada la ciudad por los turcos, los hijos del Emperador Constantino XII llevaron la reliquia a Roma, siendo entregada al Papa Nicolás V.

 Posteriormente, el Papa Sixto IV, envió la reliquia a Venecia para proteger a la población de una epidemia de peste. Devuelta a Roma, después de mucho tiempo, en el Siglo XV, fue entregada al Sacerdote de San Juan, don Pedro Mena, quien la trajo a Alicante y la guardó en un arca con otros objetos religiosos.

 Al abrir el arca, después de mucho tiempo, el lienzo apareció extendido encima de los demás objetos y ropas que antes lo cubrían. Era la Santa Faz de Cristo que, según se interpretó, pedía ser expuesta a los devotos. Por ello, en 1490, se construyó un Templo para que la Orden de San Jerónimo custodiase la reliquia y el 17 de julio de 1518 cuatro Monjas Clarisas, llegadas desde Gandía, se hicieron cargo de la reliquia para su custodia y veneración.

 En 1748 se iniciaron las obras de un nuevo Templo que se terminó en 1766, y en él se custodió la Santa Faz para su veneración, donde permanecería expuesta desde el 16 de julio de dicho año.

 En 1936, ante el temor por el saqueo y quema de iglesias, la Santa Faz tuvo que abandonar el Monasterio y, poco después, el Templo fue arrasado. La reliquia se salvó de la profanación gracias al valor del pedáneo del lugar que se la llevó, camuflada en una cesta, y la escondió en su casa y posteriormente en la Diputación Provincial.

 Después de la guerra civil fue restaurado el Templo, encontrándose el Camarín de la reliquia en perfecto estado, no así el arca del Padre Mena que fue quemada en el saqueo. Hace pocos años, el Monasterio, fue restaurado nuevamente y se construyó una nueva arca.

Todos sabemos que, cada año, desde hace mas de 500, el segundo jueves después del Domingo de Resurrección, los hombres y mujeres de Alicante veneran la Santa Faz, acudiendo masivamente a su romería..

 Los otros dos lienzos del velo de Verónica con el rosto de Jesús, (recordemos que estaba doblado en tres partes) se custodian uno en Roma y el otro en Jaén, en la Basilica de San Pedro y Catedral de la Asunción respectivamente.

Tras constatar estos hechos innegables, de hace casi dos mil años, y que los dos símbolos más importantes de la pasión de Cristo, el Santo Cáliz y la Santa Faz, siglos después llegaron, y cómo y por qué llegaron al histórico Reino de Valencia, y que aquí se siguen custodiando y venerando, nadie puede dudar de la autenticidad de los mismos.

 Cerremos el paréntesis y volvamos a los pasajes de la pasión.

 Nos encontramos otra vez reflexionando sobre la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y acompañamos a Jesús camino del Calvario; iban con Èl, también para ser crucificados, dos ladrones.

 En este camino de dolor Jesús con la cruz a cuestas, se encuentra con su Madre que le sigue apenada a pocos metros de distancia, y también, con aquel grupo de mujeres llorando, a quienes dice…. "no lloréis por mí mujeres, llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos".

 Estamos en Viernes Santo, llega Jesús al lugar conocido como Gólgota (la Calavera), y es clavado en la cruz de píes y manos. Junto a él son crucificados los dos ladrones. Uno de ellos, antes de morir, se vuelve hacía Jesús y le dice: "Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino". "Yo te aseguro, le dijo Jesús, que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso"

 Queda junto a la Cruz, Maria, su Madre, acompañandole en la agonía; también la hermana de su Madre, María de Cleofás, y María la Magdalena y, junto a la Madre de Jesús, el joven Juan, su discípulo más querido.

Viéndoles juntos, Jesús, dijo a su Madre: "mujer, he ahí a tu hijo" y dirigiéndose a Juan: "hijo, he ahí a tu madre".

 Después, Jesús, pronunció aquella frase de, según San Mateo: "elí, elí, ¿lamma sabatchani?, o sea: señor, señor, ¿por qué me has abandonado?..

 Sabe Jesús que ya está todo a punto para que se cumplan las escrituras, y dice: "tengo sed". Los soldados, empapan una esponja con vinagre y, con una caña de hisopo, se la acercan a la boca. Tras sorber el vinagre, exclama: "todo está cumplido."

 El velo del Templo se rasga y tiembla la tierra, produciéndose una enorme oscuridad, cuando clama el señor con una gran voz: "padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" e inclinando su cabeza expiró. En ese mismo momento una lanza le traspasó el costado.

 José de Arimatea, consiguió que Pilato le autorizara a retirar el cuerpo de Jesús y, junto a Nicodemo, lo enterraron en la forma tradicional judía, en un sepulcro existente en un huerto próximo al lugar donde fue crucificado.

 Y después, también se cumplió lo que estaba escrito, Jesús resucitó: "el señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho, alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre, aleluya."

 Este es el verdadero sentido de la Semana Santa y así lo revivimos los cristianos, y también los católicos de Monóvar, al admirar con devoción las imágenes de nuestra Semana Santa y la solemnidad de sus procesiones.:

 El preludio de todas ellas es la tradicional Procesión de las Palmas, el Domingo de Ramos, muy bien organizada por la Hermandad de la Entrada de Jesús Triunfante en Jerusalén, con la bella imagen de Jesús a lomos del burrito y la participación esplendorosa de muchísimos monoveros y monoveras, especialmente los más jóvenes, con sus palmas muy bien adornadas.

 Recordemos también la bella imagen de Jesús, coronado de espinas, con la cruz a cuestas camino del Calvario, con manto de terciopelo morado y relieves de oro que, con tanto fervor es portada en procesión por los cofrades de Nuestro Padre Jesús Nazareno, ataviados de hábito, capa y capucho también de color morado, en las procesiones del martes y viernes santo por las calles de Monóvar.

 Su magnífica carroza, con más de cincuenta años de antigüedad (sustituyó las andas de 1927), es de madera tallada y ornamentada con pan de oro, ahora transformada en bello trono, porta la imagen de Jesús camino del Calvario, a hombros de sus costaleros. Tradicionalmente, esta cofradía, tenía su sede en el exconvento de Capuchinos hasta que finalmente fue trasladada, en el año 2006, a la Parroquia de San Juan Bautista.

 Igualmente, es admirable la imagen del Santísimo Cristo Crucificado, magnífica obra del monovero Jose María Alarcón Pina, tallada en 1946, portada a hombros con gran fervor por sus cofrades, en la Procesión del Silencio y en la del Santo Entierro, al estilo malagueño, en bellas andas de madera dorada, con escenas de la pasión grabadas en barro cocido, y con magnífico remate de cuatro candelabros de cera, realizadas en el año 2000.

 Merece una especial mención la Procesión del Silencio que el Jueves Santo celebra esta Cofradía y que tanta admiración suscita. Sus vestimentas, vesta negra, con capa verde y vueltas rojas, forman juego con el capucho, y lucen con vistosidad al paso de esta cofradía, mayoritaria en cuanto a número de participantes, por las calles de Monóvar.

También lo es, el perfecto conjunto escultórico del imaginero monovero Jose María Alarcon Pina, de 1946, qué maravilla; preside la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, con Jesús descendido de la cruz en brazos de su excelsa Madre, de cuyo magnífico conjunto destaca la belleza de ambos rostros y la mirada de dolor con la que María contempla a su Hijo muerto. Es llevado sobre otra gran obra, el trono tallado a mano, en madera de caoba de la India, con un águila, con las alas y pico abiertas, en cada ángulo, e imágenes grabadas del Descendimiento de la Cruz, construido hace casi sesenta años, que vino a sustituir la carroza de los años 40, y que, ahora, es portada en 8 varales.

 Esta Cofradía, mi Cofradía desde recién cumplidos los cinco años, también de mis hijos y nietos, históricamente salía el Jueves y Viernes Santo; ahora, junto a la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad ha consolidado la magnífica Procesión del Encuentro del Miércoles Santo. Por cierto, una primicia, el Miércoles Santo, las cámaras de Canal 9 cubrirán esta Procesión. Vesta y capucho azul, con capa roja, mantiene sus colores tradicionales ahora combinados de forma distinta.

 La Cofradía del Santo Sepulcro, cuya imagen principal del Cristo Yacente preside la Procesión del Santo Entierro acompañada de las demás cofradías. Su imagen, francamente hermosa, es la más antigua de las que se conservan en Monóvar de nuestro ilustre paisano Alarcón Pina, data de 1944, y escenifica el Cuerpo de Jesús, en el Santo Sepulcro, sobre la Sábana Santa.

 Es portada en trono ornamentado, con bella talla de madera, en grandes varales cubiertos de terciopelo morado. Sus cofrades desfilan, con vesta color hueso, capa del mismo color, con franjas moradas, y capucho también en tono morado; organiza, además del Santo Entierro, la procesión de Jesús Cautivo, el Lunes Santo con su imagen perteneciente a esta misma Cofradía, incorporada recientemente a nuestra Semana Santa y que representa a Jesús preso, con la cuerda atada al cuello y a las manos.

 Por último, Nuestra Señora de la Soledad, Cofradía que cierra la Procesión del Santo Entierro; imagen del Siglo XVIII, con manto de terciopelo negro bordado en plata, restaurada después de 1940, en la que destaca el conjunto de sus manos, con la Corona de Espinos y los Tres Clavos de Cristo, obra de uno de sus antiguos hermanos mayores, fallecido hace años, D.Joaquín Palomares Vidal.

 Junto a Nuestra Señora de los Dolores, preside la Procesión del Encuentro del Miércoles Santo. Sus cofrades visten de negro, hábito y capucho, con capa del mismo color y vueltas en blanco.

 Es de destacar la solemnidad que también aporta a la Procesión del Santo Entierro, la participación de la Cofradía de Mujeres de la Soledad, ataviadas con traje negro de luto, con peineta y mantilla, que portan en las manos el rosario, guantes negros y un cirio rojo. Una bella estampa digna de haber sido inmortalizada en un cuadro de Sorolla.

 Otros actos importantes de nuestra Semana Santa son: la Eucaristía del Jueves Santo; el traslado del Santísimo al Monumento; el Vía Crucis; la Vigilia y los Oficios propios organizados por la Parroquia.

Tampoco quiero olvidarme de las bandas de las distintas cofradías que, en su conjunto, aportan un magnífico y variado repertorio musical que causa admiración; así como de las insignias y estandartes bordados, cruces, faroles y otros complementos diferenciados de cada Cofradía que embellecen y dan solemnidad a las procesiones….

 He querido concluir con un reconocimiento a todas las personas que año tras año, con su abnegado esfuerzo, hacen posible que los monoveros nos sintamos orgullosos de nuestra semana santa. y ¿cómo no? con mi recuerdo mas respetuoso a todos los cofrades fallecidos.

 Y, además, con una mención especial, muy merecida, a la mujer monovera que ha sido el verdadero artífice de la consolidación de nuestra Semana Santa, desde niñas participando con crucecitas, flores, o acompañando los estandartes e incorporándose después como cofrades, y desempeñando cualquier otra función: desde alumbrar hasta los más altos cargos de dirección, incluso de costaleras o formando parte de las bandas.

 Considero que, la incorporación de la mujer monovera a la Semana Santa, ha sido fundamental para lograr la gran participación y esplendor que ha alcanzado.

 Finalmente, llegamos a nuestro Domingo de Pascua, día en el que celebramos la Resurrección del Señor con una magnífica y tradicional Procesión, ya con siglos de antigüedad, en la que participan todos los monoveros y monoveras, quienes, desde primera hora de la mañana, acompañan, con enorme fervor, la salida de la Virgen en busca de su hijo, y el posterior encuentro de Jesús resucitado con su Madre Amantísima, en este caso nuestra Excelsa Patrona la Santísima Virgen del Remedio; Procesión magníficamente organizada por la Mayordomía de la Virgen y por la Adoración Nocturna.

 Les tres reverències, avant i arrere en la Plaça de la Malva; la MarxaReial; la solta de coloms esportius i la mascletá, són un magnífic colofó a la celebració. Es, eixe dia en què tots experimentem en el nostre interior una estranya, i bella, sensació que ens fa sertir-nos mes monoveros que mai, i molt més orgullosos de ser-ho. Sincerament, jo, això és el que sent.

 No, no me he olvidado de la participación, magnífica y fundamental, de nuestra excelente banda de música "la artística", sin cuya colaboración, nuestras procesiones no tendrían el enorme esplendor que la banda aporta.

 Con mis mejores deseos para la Semana Santa Monovera, y para todos nuestros conciudadanos, finalizo este Pregón del 2010, dándoles las gracias a todos Vdes. por su atención y pidiéndoles perdón si me he extendido demasiado.

 Buenas noches, bona nit a tots.
 

D. Rafael Maluenda Verdú
Vicepresidente primero de las Cortes Valencianas

Pronunciado el sábado 20 de Marzo en el Teatro Principal de Monóvar. 

 
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