Semana Santa Monóvar - Pregon 2022

   
  Semana Santa Monóvar
  Pregon 2022
 
Pregón de la Semana Santa 2022

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13)
 
Buenas noches

Reverendo Parroco D. Manuel Llopis y Vicario D. Godofredo
Presidente de la Junta Mayor de Cofradias. D. Liberto Esteve
Hermanos Mayores de cada una de nuestras cofradías y hermandades y Presidenta de la Mayordomía
Sr Alcalde y Miembros de la corporación Municipal del Excelentísimo Ayuntamiento de Monóvar
Monoveras/os, cofrades y amigos.

Quiero comenzar este pregón saludando y encomendándome a nuestros Sagrados Titulares, pidiéndoles que mis sencillas palabras lleguen a vuestros corazones o al menos que no os resulten muy pesadas.

Agradecer a la Junta Mayor de Cofradías que en su día me dio la oportunidad de estar hoy aquí, aunque he de confesar que cuando Liberto me lo propuso me costó darle un sí, porque ¿quién soy yo para pregonar la vida del mayor influencer de la historia? ¿Quién soy yo para anunciar la fiesta más grande de los Cristianos: La Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor? Bueno, pues parte de culpa de que me decidiese la tiene mi familia que me animó a ello.

Y de repente nos encierran en casa, todo se acaba, es como si el mundo se hubiese parado, nuestros sueños quedan aparcados y es cuando nos damos cuenta de lo poco que valoramos lo que tenemos, la familia, los amigos, las reuniones... Cambia nuestra forma de ver, sentir y celebrar las cosas, entre ellas nuestra Semana Santa.

Dos años han pasado desde entonces. Dos años en que tuvimos que adaptarnos a la situación, En el primero de ellos en varias de nuestras casas había un rinconcito convertido en altar, presidido por nuestros titulares y eran las redes sociales quien nos permitían vivir la semana Santa desde casa.  Y desde nuestros balcones y ventanas las marchas sonaban llenas de sentimientos encontrados.

Ya en el 2021 pudimos acompañar a nuestros titulares en la Iglesia. No pudimos procesionar, pero sí tenerlos en el altar mayor.

Dos años donde todos fuimos Cautivos encerrados en casa, residencias u hospitales. Nazarenos, puesto que cada uno tuvo que cargar con su cruz, algunas más pesadas que otras.

Fuimos Dolorosas al no poder acompañar a nuestros seres queridos y la Soledad minaba cada vez más en nosotros.

Muchos de nuestros seres queridos nos han dejado, pero nunca hemos perdido la Esperanza en Cristo, representado en todas aquellas personas que se dedicaron a cubrir nuestras primeras necesidades.

Ahora somos afortunados y podemos retomar todos nuestros sueños y, si no pasa nada, podremos vivir de nuevo la Semana Santa en las calles de Monóvar.
Gracias a todos los que hacéis posible que nuestra Semana Santa, declarada de interés turístico sea tan especial:
A las juntas de Gobierno que no paráis durante todo el año.
A las vestidoras y camareras de la Virgen, que cuidáis hasta el último detalle para que Ella esté perfecta.
A los priostes que siempre tenéis los tronos a punto.
A los floristas que llenáis de flores nuestros pasos.
A las bandas de cada una de las cofradías, que después de Navidad ya empezáis vuestros ensayos y que con vuestros toques y marchas llenáis de emoción nuestras calles.
A los costaleros, costaleras, contraguías y capataces que tenéis el privilegio de ser los pies de nuestro Señor y nuestra Madre.
A los directores de procesión y diputados de tramo, siempre pendientes de que la procesión salga perfecta.
A los portadores de insignias que le dais a la procesión seriedad y elegancia.
Y a vosotras Damas de Mantilla que la vestís de duelo y oración.
A los hermanos de luz, que ilumináis el camino diciéndonos que a pesar del sufrimiento al final está la LUZ.
A la adoración nocturna, que se queda acompañando al Santísimo.
A los imagineros de nuestros titulares, que han conseguido que nos emocionen y que sean preciosos.
Al pueblo de Monóvar que cada año acude puntual a la cita.
A la policía y a Protección Civil por cuidar el orden y ayudarnos en las entradas y salidas al templo.
Gracias de antemano a nuestros curas, que durante estos dos años nos habéis acercado a nuestros titulares.
A los medios de comunicación y redes sociales que nos dais la oportunidad de vivir la semana Santa desde casa
A José “El Sacristá”, por su paciencia y dedicación, que aunque no lo demuestre, seguro que a veces acaba de nosotros hasta más arriba de la coronilla.
Pero sobre todo gracias a Ti, María, por tu sí. Por tu valentía al pronunciar “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38) y a Ti Jesús que nos amas tanto que entregaste tu vida por nosotros. Sin vosotros dos, nada de esto estaría pasando.

Quiero hacer una mención especial a las personas que están viendo su vida y su futuro truncados por la guerra sin sentido en Ucrania y a los cofrades y amantes de la Semana Santa de Monóvar que ya no están con nosotros.

Todo acontecimiento importante tiene una preparación. 40 días estuvo Jesús en el desierto preparándose, cogiendo fuerzas para afrontar lo que le venía encima. Fue capaz de resistir las tentaciones hasta el último extremo.

Nosotros también empezamos nuestra preparación el miércoles de Ceniza o incluso antes. Empiezan los ensayos, nos ponemos pequeños o grandes sacrificios como dejar de comer dulces o ayudar a mis padres, como dicen los más pequeños, los viernes no comemos carne, es ayuno y abstinencia, a las 7:20 hay Eucaristía en la parroquia, los hábitos salen de los armarios, cada Hermandad tiene su Función Principal, y como preámbulo a nuestras procesiones, rezamos el Viacrucis por la Paz, con nuestro Cristo por las calles. ¡Que ganas tienen los más pequeños de que llegue la octava estación para coger a su Cristo y si nos fijamos bien, seguro que a Él se le escapa una sonrisa!

Yo, tengo la suerte de ser maestra y os puedo asegurar, que durante estos dos años, he echado de menos que las mesas y lápices de algunas clases de Monóvar, se conviertan en timbales. Ojalá recuperemos que los pequeños vuelvan a hablar de sus cofradías, de que “carroza” es la que más pesa, de que triste está la Virgen, del daño que le hicieron a Jesús o de los caramelos que van a repartir y a recoger. ¡Cuidémoslos! ellos son el futuro de nuestra Semana Santa.

Y con la imposición de la ceniza, se nos dice “Conviértete y cree en el evangelio” (Mc 1,15) ¿Alguna vez nos hemos parado a pensar el significado de estas palabras? En una ocasión leí que convertirse no es transformarse en alguien distinto. Es dejar que salga a la luz la mejor versión de ti mismo. La versión más capaz de amar de verdad y hasta darlo todo. ¡Seamos valientes y consigamos este gran reto!

Y tras cuarenta días de Cuaresma llega la primera luna llena de primavera y con ella la Semana Santa.
 
Doradas como los rayos de sol
se agitan las palmas al viento
Y acaricia con dulzura su brisa
la sincera sonrisa del Maestro.
De intenso color esperanza
son los ramos del olivo
que engalanan con sus hojas
por donde debe pasar el borrico.
Hosanas, gritos y alabanzas,
glorias cargadas de fe
entonan sus acompañantes
desde Betania a Jerusalén.
Rey de todos los Reyes
llega al templo manso y humilde
sabiendo lo que le espera
y ni siquiera está triste.
Hoy es día de alegría
de aleluyas y emoción
 ha llegado de Galilea
Nuestro Señor, el Salvador.
Envuelto en su manto rojo
un burrito trae Jesús
y dice que para salvarnos
debe morir en la cruz.
Arre, burrito arre,
camina y no te detengas,
acompaña a Jesucristo
hasta el cielo
y no te entretengas.

¡Anem, anem que el Burret ja està fora! Desde la ventana mis hermanos y yo vemos a Jesús Triunfante preparado y siento una emoción extraña, un cosquilleo en la barriga. Cogemos nuestras palmas bien adornadas con olivo, caramelos y un lazo a juego con nuestros vestidos. Por supuesto, con algo que acabamos de estrenar, porque como dicen por aquí “Diumenge de Rams, qui no estrena no té mans”. Así es como empieza mi Semana Santa desde muy pequeña.

Domingo de Ramos, día en que Monóvar se convierte en Jerusalén, Ciudad llena de alegría y júbilo preparada para recibir al más grande de todos, a Jesús. Día de fiesta, las calles se llenan de gente, sobre todo niños, quizás, porque sin darnos cuenta estamos cumpliendo aquellas palabras suyas “Dejad que los niños se acerquen a mí” (Mc 10, 14). Todos acompañando a nuestro Rey, la banda infantil de la Junta Mayor abre el cortejo, lo cierra nuestra gran Banda de Música “La Artística”. Y llega montado en un burro, símbolo de humildad y de Paz, igual que llegó a Belén en el vientre de su Madre. ¡Qué curioso! Antes de nacer y de morir intenta transmitirnos el mismo mensaje: PAZ
Llegamos a la Iglesia y seguimos a su lado en la Eucaristía, preparándonos para una semana muy intensa e importante para cualquier cofrade.

Y tras alimentar el espíritu, nos toca alimentar el cuerpo que la tarde es intensa; tras horas de trabajo en equipo, nuestros Titulares dejarán sus altares para ocupar sus Tronos.

Mientras priostes, costaleros, costaleras y cofrades preparan los tronos, en dos estancias de la iglesia, en la más estricta intimidad, tal y como Ella se merece, las vestidoras preparan a María, bajo la advocación de María Santísima de la Esperanza y Nuestra Señora de la Soledad, cuidando hasta el más mínimo detalle. La Esperanza de Reina y verde como su nombre indica y la Soledad de riguroso luto.

Ya estamos en Semana Santa, y cada cofrade está deseando que llegue su día. Pero que el tiempo pase despacio, que la semana no acabe. Todos los días miramos al cielo y le pedimos a Dios que las nubes no escondan la luna llena, ni las estrellas y si las esconden, que no llueva.

Lunes Santo. Día de Jesús Cautivo. Son las 9 de la noche y las calles empiezan a llenarse de gente.  La puerta de la Iglesia se abre y da comienzo la Estación de Penitencia de la Cofradía del Santo Sepulcro.

La banda empieza a tocar y los “Capuchos” de blanco y morado salen en procesión. Al fondo, bajo el altar mayor, se ve a Jesús Cautivo que se va acercando a nosotros. Pasa la cancela de la Iglesia y de nuevo ese cosquilleo en la barriga vuelve a aparecer.

Ya está aquí, vestido de blanco, símbolo de luz, inocencia y santidad, y solo. Solo porque todos lo han abandonado. Sus amigos le han negado o han guardado silencio por miedo, tal y como le anunció a Pedro ”Antes de que el gallo cante me negarás tres veces” (Mt 26,34) ¿Cuántas veces hemos reaccionado así? ¿Cuántas veces hemos callado para quedar bien o hemos cerrado los ojos para no ver qué pasa?

¡Qué tristeza y que dolor le tuvo que provocar esa soledad! Sin embargo, su cara nos trasmite serenidad. Serenidad provocada por la confianza que tiene en el PADRE.

Quizás este sea el motivo por el que en Monóvar es el preferido de muchos niños, o al menos de los pequeños de mi familia que siempre que van a la iglesia, tienen que pasar a ver al Cautivo. ¿Qué tendrá que les atrae tanto? Seguramente les está trasmitiendo que no les va a fallar y que siempre les va a acompañar.

Llega Martes Santo, y aunque no coincide con el día, pues antes realizaba su traslado en miércoles, vuelvo a la ventana de mi casa viendo la calle llena de nazarenos y a Nuestro Padre Jesús saliendo del Exconvento. Y me vienen a la mente las palabras de Eleni, la amiga de mi madre, “Vaig a donar la volteta i a posar-li alguna floreta que està molt soles”, pues iba muchas veces a estar un rato con Él.

Ahora las matracas a la puerta de la iglesia nos anuncian que todo está preparado y que en breve la Cofradía empezará su estación de Penitencia.

Suena la banda y vemos el trono acercarse. Sale despacio, al hombro y brazos de sus costaleros, con su túnica morada y dorada, transmitiéndonos el dolor de la pasión a pesar de ser Rey Divino.

Nuestro Padre Jesús Nazareno, con su Cruz, recorre nuestras calles recordando el camino al Calvario y carga nuestros miedos, problemas y sufrimientos. Con la Cruz se une a todas las personas enfermas, a los que pierden su casa, a los que tienen hambre, a los inmigrantes, a los padres y madres que sufren al ver a sus hijos víctimas de las drogas o del acoso. Se une a los que son perseguidos por su religión, por su aspecto o por sus ideas. Y en ese camino tan duro cae por tres veces, y cada una de ellas se levanta y vuelve a cargar la Cruz para decirnos: ¡Ánimo, no tengas miedo, estoy contigo!

Nuestro Padre Jesús nos invita a ir al encuentro del otro, nos está llamando a ser Cirineos y Verónicas. No nos lavemos las manos como Pilatos, dejémonos contagiar por su amor y seamos como ellos dos, que acompañan y ayudan al que sufre.

El Miércoles Santo es el día que dedicamos a nuestra Madre. Ella, en silencio, siempre discreta, siempre presente, rompiéndose en pedazos al ver el sufrimiento de su hijo, pero a su lado.

Suenan los clarines, nos anuncian la salida de Nuestra Señora de los Dolores. Los portadores colgarán sus hábitos y en un rincón de la Iglesia se amarrarán el costal. Pronto escucharemos el arrastrar de sus pies.

Mirad, Jesús está de nuevo en brazos de su Madre, como lo estaba en el portal de Belén. Pero ahora sin vida, la profecía de Simeón a la Virgen, se ha cumplido “una espada traspasará tu alma.” (Lucas 2,35).

A continuación los hábitos rojos y azules se transforman en negros y blancos son los cofrades de Nuestra Señora de la Soledad. Con el toque de su banda de tambores y al hombro de sus costaleros, la Virgen de la Soledad aparece paso a paso, con la elegancia que le caracteriza. Y aquí está Nuestra Madre transida de dolor, con la corona y los clavos que tanto han hecho sufrir a su Hijo en las manos y rezando. Sí, rezando por todos nosotros, porque Ella es la única que no pierde la confianza en Dios, sabe que todavía hay esperanza.

Y ese Dolor de ver a su hijo inocente muerto y la Soledad que ello conlleva se encuentran para volver de la mano al templo.

Como mi abuela siempre nos recordaba “Tres días hay en el año que relucen más que el sol Corpus Cristi, Jueves Santo y el día de la Ascensión”.

 Ya estamos en Jueves Santo, día del Amor Fraterno, día en que empieza el Triduo Pascual, cuando se instituye el sacerdocio y la Eucaristía.

 El día empieza temprano hay que poner el exorno floral a los tronos, al Cristo de rojo, símbolo de sacrificio y de la sangre derramada y a la Virgen de blanco, símbolo de pureza. Están preparados, uno enfrente del otro, los miro y me emociono. Una sensación extraña se apodera de mí y no desaparecerá hasta bien entrada la noche.

Por la tarde la misa, en ella celebramos la Última Cena, donde Jesús lava los pies a sus discípulos, signo de servicio al prójimo, enseñándonos a dar sin esperar nada a cambio. Donde tras consagrar el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre instituye el sacerdocio cuando dice a los apóstoles “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Y es en la Última Cena cuando nos dice “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado” (Jn 13, 14). ¿Seremos capaces de esto?

Llega la noche y como todos los Jueves Santos salimos todos de casa igual que cuando éramos pequeños; con el timbal, con la cruz, con la vela, con el rosario en la mano… cada uno preparado para ocupar su lugar en la procesión y sabiendo que mi padre desde el cielo, cada año nos sigue llevando de la mano, orgulloso de ver su legado.
Y empieza la procesión del Silencio
“Dicen que Jueves Santo
no hay ángeles en el cielo,
cuentan que todos bajan
a la procesión del Silencio.
Está presente Jesús Cautivo,
el Nazareno y la Soledad
la Virgen de los Dolores
y el Yacente de la hermandad.
Se abren las puertas del templo
a oscuras se queda el pueblo.
Ilumina el camino
la vela encendida
Faroles dorados
Con la Cruz de Guía.
Los ángeles son testigo
desde lo alto del campanario
que el redoble de los tambores
son los truenos del calvario.
Sale elegante el Cristo
navegando suavemente
sobre un mar en calma de hombros,
son sus costaleros, ¡es su gente!
Huele a rosas y a clavel,
a cera quemada, incienso.
Huele a sangre,
huele a madera
a bordados en oro y a terciopelo.
Afloran los nervios y la tensión,
es la noche de la Pasión.
En el silencio de la oscuridad
 Al compás del roce de sus pies en el mármol
Es el preámbulo de una contenida emoción
Cuando escuchan a su capataz: “Abajo”
Avanza la cuadrilla de mujeres costaleras
Lentamente, de cuclillas
Arremangándose las vestas
Va saliendo la Esperanza
Y las lágrimas de sus ojos
Son de dolor y pasión
Pero también de entusiasmo y confianza
Por las calles de este pueblo
Está en marcha la procesión
La mirada de sus gentes
Son de fe, recogimiento y devoción
Buenas noches luna llena
Suena ya la Madrugá
Pasito a paso y a costero
Llegando a la iglesia está
Silencio, su hijo la está esperando
Con el toque de una campana
Y una doble levantá
Al compás de Madre Iniesta
El Cristo y la Esperanza
se vuelven a encontrar
Dios mío, Dios mío
¿Por qué me has abandonado?
Redoblan los tambores
Acompañando al Cristo entrar
Emulando el terremoto
De cuando dejó de respirar
Mientras su Madre rezando
Desgarrada de dolor
Entra al templo
Acompasada por Esperanza del Amor
Unas gotas están cayendo
Nadie saca los paraguas
No es lluvia, es emoción
Son los ángeles llorando
Rezando ante el altar
De la Virgen del Remedio
Patrona de esta ciudad
Serafines y querubines
Ángeles, arcángeles
Y espíritu celestial
Bienvenidos a Monóvar
No es el Cielo
es en la tierra su sucursal
Dicen, dicen que Jueves Santo
No hay ángeles en el cielo
Cuentan, cuentan que todos bajan
A la procesión del silencio.
(José Carlos Gimeno Hurtado)

Y llegando al límite de la resistencia humana se oyó “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” Es viernes y Jesús nos ha dejado. Vamos a velarlo y en la Hora Santa le abrimos nuestro corazón, le buscamos, le pedimos que todo vaya bien y le damos las gracias por tanto amor.

Por la tarde acudimos a la Celebración de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor y a la Adoración de la Cruz como signo de Salvación y Esperanza.

A continuación las calles se llenan de colores morados, dorados, blancos, azules, rojos, verdes y negros. Son los colores de “los capuchos y mantillas” que nos preparamos para acompañar,  junto a nuestros Titulares, a la Cofradía del Santo Sepulcro y Jesús Cautivo en la procesión del Santo Entierro. Y de nuevo los niños hacen acto de presencia. Muchos de los que le recibieron con sus palmas, ahora visten sus hábitos para acompañarlo al sepulcro.

Abre el cortejo Nuestro Padre Jesús, le sigue el Cristo y su Madre la Esperanza, a continuación la Dolorosa, Jesús Yacente y la Soledad. Maravillosa catequesis para que los niños y no tan niños conozcan la Pasión y Muerte de Jesús.

Y ahí está Jesús Yacente, “el Sepulcre” como aquí le conocemos, escoltado por las autoridades de la ciudad, portado y acompañado por sus cofrades vestidos de blanco y morado, porque a pesar del sufrimiento y la pena, ellos, en su interior, saben que no es el fin, que en breve volverá la Luz y la Vida. El continuo olor a incienso, durante toda la procesión, nos recuerda su divinidad. Entra en el templo con una levantá y al compás de la banda de la Hermandad.

Todo está ya preparado, al hombro de algunos de sus cofrades y al son de corneta y tambor, sobre una losa de piedra y medio cubierto por la Sábana Santa llegará al sepulcro, seguido de su Madre, siempre a su lado.

Son las 7 de la mañana, suena el despertador, y hay que ir a la iglesia, es Sábado Santo día de dolor y tristeza, de luto y reflexión. Parece que todo ha acabado, hay que dejar a los titulares en sus altares y llevar todos los enseres y andas a la Casa de Hermandad. Pero la cosa se complica: ¿Dónde está la gente? ¿Qué pasa? Parece que todos se esconden o ¿es que ya todo ha terminado?

Entre todos los que estamos allí, dejamos todo como estaba antes de Domingo de Ramos. Por el cuerpo te recorre una sensación de tristeza y vacío mezclada con orgullo y satisfacción. Hemos podido acercar a nuestra Madre y a su Hijo a la gente de Monóvar, a los que creen y a los que no. Sólo con que a alguna persona le haya tocado el corazón habrá valido la pena.

El Sagrario queda abierto y vacío, Jesús está muerto y sepultado. “Todo está cumplido”
¡Monoveros, monoveras, que aquí no acaba la cosa! que todo esto no ha sido en vano. Aún queda por vivir lo más importante. Esta noche se cumplirá: “…. y al tercer día resucitará” (Mt 17, 23). Lo celebramos en la Vigilia Pascual: El Señor ha resucitado, ha vuelto con nosotros para no dejarnos jamás.

Y llega el día grande, Diumenge de Pascua. “La Mare de Deu del Remei”, más de 100 años ya siendo nuestra Patrona, nos espera, a las 8 en la Iglesia, cubierta de un gran velo negro, pero eso sí confiando plenamente en el Dios de la Vida. Después de la misa salimos a acompañarla junto a la banda de música a casa de la Familia Durá. Allí esperará el momento para encontrarse con su Hijo Resucitado. Es día de alegría, la vida ha triunfado sobre la muerte.

Ya se oyen las notas de la banda de Música por un lado y tambores por otro. El Santísimo aparece en La Plaza la Malva y nuestra patrona por la Calle Salamanca. Ha llegado el momento, María se encuentra con su Hijo Resucitado. Todo queda en silencio, la Mare de Deu del Remei se desprende de su velo y tras seis reverencias, tres hacia delante y tres hacia atrás, el pueblo salta en un grito de alegría: Las palomas vuelan, la música suena, se oyen los fuegos artificiales y los vivas. Hoy ha vuelto a ocurrir lo que cuenta San Pablo en sus cartas a los Corintios “Se apareció a más de 500 a la vez”, pues nosotros acompañamos a La Virgen

Ahora sí, ya no hay excusa, Jesús ha salido a nuestro encuentro, no le cerremos la puerta, dejémosle que sea la guía de nuestras vidas y demos verdadero ejemplo siguiendo sus enseñanzas “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
¡Seamos cofrades durante todo el año!

No quiero llegar al final sin agradecer la colaboración de Lourdes, mi hija, de José Carlos; mi hermano, de Salva y Juanga; que me han prestado sus fotos, del equipo técnico y de este gran grupo de músicos que nos han acompañado.

 Y ahora sí, para acabar me he tomado la libertad de adaptar unas palabras de José Ignacio del Rey Tirado, pregonero de la Semana Santa de Sevilla en 2018.

Está sonando la hora,
vamos, Monóvar, despierta:
la víspera es un recuerdo
y el gozo ya está de vuelta.

Venga, Monóvar, levanta:
ha terminado la espera
Mira, Monóvar  que viene
de nuevo la gloria nueva.

Todo lo que andas buscando
lo tenemos a las puertas.
Déjalo todo y acude,
que viene Dios entre velas,
tu libertad y tu gozo,
tu fortuna y tu riqueza.

Viene la Luz que ilumina
tu oscura noche más negra.
El que vence y pone en fuga
la Soledad que te apresa.
Vamos, Monóvar ¿no oyes?
que ha terminado la vela,
que viene el Señor y quiere
que esté tu lámpara presta.
Remedio de nuestras penas,
amor para el alma hueca
Fortaleza, Fe y Salud
de tantas almas enfermas.
Que se preparen las calles,
que nos viene a su manera
entre verdes y tumultos
la Esperanza hecha belleza;
bastión de nuestra batalla,
la Paz para nuestras guerras,
que no se ganan con armas:
la Caridad es su fuerza;
la Humildad es su estandarte:
Piedad que no lleva cuentas.

Vamos, Monóvar, que viene,
vamos, Monóvar, sal fuera;
que vas a ver a Dios mismo
caminando en la marea
de cabezas y fervores:
quiere llamar a tu puerta,
quiere quedarse en tu casa,
que es a tí al que se encuentra.
Sal a buscarlo, cofrade
que Dios mismo se te entrega.
Para que así con su muerte
tu salvación sea completa;
y al fin en tu corazón,
en tu vida y en tu espera,
florezca como en Monóvar
una nueva primavera. 

Dña. Macarena Gimeno Hurtado .

Pronunciado el sábado 2 de abril de 2022 en el Teatro Principal de Monóvar

Para ver el Pregón online pinchar sobre la foto

 

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